viernes, 20 de agosto de 2021

El último ataque sobre la metafísica. Max Horkheimer (Traducción del texto en inglés)

 

El último ataque sobre la metafísica. Max Horkheimer.

(N.T.: Esta traducción fue realizada por la Lic.Mag. Cris Martínez, Escuela de Filosofía, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad de Rosario. Fue desestimada para su publicación porque no se tomó el original en alemán para su traducción. El original que se tuvo en cuenta para la presente traducción es la versión en inglés de “The Latest Attack on Metaphysics” en Critical Theory. Selected Essays, The Continuum Publishing Company, Nueva York, 2002, pp. 132-187. De todos modos, como este texto no está traducido al español, se estima que puede ser valioso para quien se aboque a estudiar el tema )

crismartinezsaumell@gmail.com

Es difícil reconciliar a la ciencia con la metafísica. Mientras la metafísica trata del ser esencial, la sustancia, el alma y la inmortalidad, la ciencia tiene poca utilidad en cualquiera de estos temas. La metafísica pretende aprehender el ser, asir la totalidad y poner al descubierto por medio de los métodos cognitivos disponibles para cualquier hombre un significado del mundo independiente del hombre. Desde la estructura interna de la realidad, deriva preceptos para la dirección de la vida, por ejemplo, la sentencia de que la actividad más adecuada y valiosa para el hombre es ocuparse de las ideas supremas, lo trascendente y la causa primera. Por regla general, las teorías metafísicas armonizan bien con la creencia de que el sufrimiento es una necesidad eterna para la gran mayoría de los hombres y que el individuo debe siempre rendirse ante los designios de los poderes que sean. La metafísica se basa en esta creencia, no en la Biblia, sino en visiones supuestamente indudables.

Con la autoridad de la revelación directa gravemente alterada en los tiempos modernos, los sistemas metafísicos perseguían el uso natural de la razón para justificar las categorías de la fe y para sostener la creencia de que la vida humana tiene un significado más profundo. Sin embargo, todos estos intentos son en vano; las aserciones de la metafísica están en perpetuo conflicto con el tipo de pensamiento que se supone las sostiene. La incompatibilidad entre la razón natural y las categorías metafísicas puede observarse en dos procesos históricos: en la destrucción recíproca de los sistemas metafísicos y en la proscripción de sus conceptos en la ciencia, donde la razón natural a la que apela la metafísica tiene su hogar propio y verdadero. Los libros de texto científicos del siglo veinte dicen muy poco acerca de la sustancia como tal, acerca del hombre y del alma y absolutamente nada acerca del significado eterno. Los científicos no piensan ni por un momento en que la validez de sus teorías dependan lógicamente de tales ideas, sea como postulados o como anexos necesarios.

Por el contrario, se esfuerzan, sin la ayuda de la metafísica, en reducir sus sistemas a principios cada vez más simples. La metafísica y las categorías morales no tienen lugar en sus teorías. Esto no significa, como se supone a veces, que la ciencia esté construyendo un mundo propio especial detrás del mundo real. Las fórmulas matemáticas en las cuales se formulan las concepciones de la física expresan el conocimiento de la física como algo aislado que ha sido adquirido hasta el presente por medio de técnicas altamente desarrolladas, instrumentos precisos y métodos refinados de cálculo. La complejidad de la conexión entre el mundo de la percepción y el mundo de la física no excluyen que pueda mostrarse que tal conexión existe en algún momento. La ciencia como se presenta hoy día es un cuerpo de conocimiento que una cierta sociedad ha reunido en su lucha con la naturaleza. En la actualidad, cuando las formas predominantes de la sociedad han devenido obstáculos para la libre expresión de los poderes humanos, son precisamente las ramas abstractas de la ciencia, las matemáticas y la física teórica las que en general buscan objetivos puramente científicos. Ofrecen una forma menos distorsionada de conocimiento que otras ramas de la ciencia que están entretejidas en la trama de la vida cotidiana y cuya practicidad aparentemente da fe de su carácter realista.

Aunque las formulaciones de la ciencia ofrecen ahora el conocimiento más avanzado acerca de la naturaleza, los hombres continúan usando formas obsoletas de pensamiento que han sido descartadas hace tiempo por la teoría científica. En la medida en que estas formas obsoletas son superfluas para la ciencia, el hecho de que persisten viola el principio de economía de pensamiento, ese rasgo característico del temperamento burgués. Resulta que, sin embargo, muchas de estas ideas no son meramente superfluas, sino que también carecen de sentido. Las nociones de espacio absoluto, de tiempo absoluto y de otras categorías metafísicas han probado ser insostenibles. Además, las doctrinas acerca de la sustancia, la causalidad, el alma, la relación mente-cuerpo, al menos en sus formas tradicionales, han entrado en conflicto con los métodos científicos modernos. Sin embargo, con todo, el patrón del pensamiento ordinario no ha cambiado. Este hecho es realmente la proyección de una contradicción que ha persistido a lo largo de la edad moderna. El pensamiento público de la burguesía nunca ha estado en completa armonía con su ciencia.

La concepción religiosa de una armonía preestablecida entre las cosas, incluyendo al hombre, fue abandonada por la ciencia tempranamente en el siglo diecisiete. Descartes sostenía que el hombre no era más que un autómata como un animal, no más que una colección de corpúsculos ciegamente dirigidos, pero que su atributo esencial era el pensamiento. La ciencia cartesiana, sin embargo, no tenía más que decir acerca del yo pensante o del ego que lo que Kant había dicho acerca del yo de la apercepción pura y original. Todo lo que sabemos, decían, está necesariamente conectado a ese yo. Por lo demás, el yo, el concepto fundamental de la filosofía moderna, era relegado a la fe más que a la ciencia que no podía hacer nada con el. La psicología, del mismo modo, fracasó en mostrar la salida del ciego interjuego de la materia. Muy tempranamente, la psicología se había constituido a sí misma como una teoría de fenómenos afectivos que, según Descartes, no tenía nada que ver con el yo e incluso amenazaba con destruirlo. Los metafísicos han persistido por siglos en su aserción de que existe un alma, de que está sujeta a leyes éticas y de que tiene un destino eterno. Pero su falta de certeza con respecto a estos asuntos se traiciona en el hecho de que sus sistemas están emparchados en los puntos más cruciales por meras opiniones, enunciados improbables y rotundas falacias. Su sistema expresa el pensamiento confundido y contradictorio de los eruditos. El pensamiento científico está formalmente reconocido como correcto; al mismo tiempo, se conservan los puntos de vista metafísicos. Solo con la ciencia, reflejando como lo hace la realidad caótica en la naturaleza y la sociedad, las masas insatisfechas y los individuos pensantes serían abandonados a un estado peligroso y desesperante. Ni su depósito público ni su depósito privado de ideas pueden hacer nada sin una ideología que las cubra. Por esta razón, era necesario mantener a la ciencia y a la ideología metafísica juntas.

Todo el pensamiento sistemático de los últimos siglos se ha preocupado por esta contradicción. La tarea tradicional de la filosofía, tal como la ha heredado de la Edad Media, consistió en explicar la visión del mundo de la religión por medio de razones naturales, es decir, científicamente. Hasta hoy, la solución cartesiana que sostiene que hay dos sustancias distintas prevalece en la conciencia promedio como la respuesta más verosímil. De acuerdo a esta doctrina hay, por un lado, un mundo de los sentido que puede ser analizado en forma realista o espiritual. Es posible observar y predecir regularidades en este mundo. El mundo, sin embargo, no existe solamente en sí mismo, sino que es transitorio, tal como lo son las cosas. Por otro lado, hay un hombre que, en tanto ser racional, es pensado como participando en un orden superior, sea en el sentido de que su carácter y sus acciones son consideradas como el producto de fuerzas o decisiones trascendentales, sea en el sentido de que tienen consecuencias trascendentales. En todo caso, el ser verdadero del hombre pertenece a esferas diferentes de aquéllas de la historia natural o de la meramente humana. La creencia en el diseño está entonces vinculada con la ciencia. Negar estas observaciones y teorías de la ciencia hubiera sido absurdo. Todo el cuerpo de la ciencia es en sí misma nada más que un cuerpo refinado del conocimiento empírico del individuo burgués. Su sociedad no podría, sin embargo, prescindir de las ilusiones. las ilusiones metafísicas y las matemáticas avanzadas forman elementos constituyentes, por así decirlo, de su mentalidad. La filosofía es meramente el dominio en el el cual se ha hecho el esfuerzo sistemático para reconciliar ambas de alguna forma.

Cada hombre de ciencia y, hasta cierto punto, cada miembro de la sociedad burguesa encuentra su propia solución privada al problema, o al menos, mantiene este problema más o menos definitivamente en el fondo de su conciencia. Necesitamos solamente estudiar las memorias y las biografías de los representantes típicos de la era moderna para confirmar este hecho. Mientras los intereses de los científicos destacados devienen más y más especializados, la simplicidad ingenua de sus soluciones entra en conflicto cada vez más fuertemente con la precisión y rigor de los métodos que usan en sus procedimientos científicos. Max Planck, quien propuso la teoría cuántica, está completamente convencido, en base a su experiencia científica, de que todos los eventos, incluso aquellos del “campo de la mente” están condicionados por acontecimientos naturales. Por otro lado, no está dispuesto a abandonar la concepción metafísica del libre albedrío porque las perspectivas morales y políticas que el sostiene presuponen tal concepción.


La voluntad de la otra persona está gobernada por leyes causales; su volición misma, siempre que tengamos información razonablemente precisa relativa a condiciones previas puede, en principio al menos, concebirse como un efecto necesario de las leyes causales y es predecible en cada detalle… La voluntad propia, sin embargo, puede ser comprendida causalmente solo en relación con actos del pasado; con respecto a los actos del futuro, nuestra voluntad es libre.1


La verosimilitud remota de esta explicación es típica de las propuestas de los científicos más honestos. Su educación, basada en las tradiciones burguesas, es responsable de la desazón que los asalta cuando examinan el mundo al que sirven. El precio que les pagan en dinero, posición o influencia da fe de su contribución al todo social; sin embargo, ven a esta sociedad como “incómoda en muchos aspectos”.2 No se animan a cuestionar su forma presente; por lo tanto, buscan refugio en las creencias metafísicas como la visión idealista de la conciencia y la libertad. La filosofía ajusta el rigor objetivo de la ciencia y de creencias de ese tipo en una visión del mundo para “asegurar en nuestra conducta de vida la armonía perfecta con nosotros mismos, la paz interior”.3 Y con esta paz en sus corazones, los eruditos testimonian plácidamente la destrucción de la raza humana.

Los diversos intentos por la armonización caen en dos extremos. Uno es el enunciado de que la ciencia es la única forma posible de conocimiento y que los últimos rastros del pensamiento metafísico deben ceder a ella. El otro es la depreciación de la ciencia como una mera técnica intelectual que responde a las consideraciones subordinadas de la existencia humana. El conocimiento verdadero, recomiendan, debe emanciparse de la ciencia. Durante y luego de la guerra, las direcciones típicas tomadas por esta visión anti-científica eran el espiritualismo romántico, la Lebensphilosophie, y la fenomenología material y existencial. La nueva metafísica, una extensión de la religión, preservaba la creencia de que el hombre podía esperar más a través y desde él mismo más que del orden existente. Era una manifestación de la insatisfacción del hombre con la valoración ligada a él y con lo que experimenta. No lleva mucho tiempo ver cuál es realmente esta valoración que la metafísica intenta compensar. Un hombre descubre lo que vale en este mundo cuando se enfrenta a la sociedad simplemente como hombre, sin dinero, nombre o conexiones poderosas, desnudado de todas sus potencialidades naturales. Pronto encuentra que nada tiene menos peso que sus cualidades humanas. Tienen tan poco precio que el mercado ni siquiera las cataloga. La ciencia estricta, que reconoce al hombre solo como un concepto biológico, refleja la parcela del hombre en el mundo real: en sí mismo, el hombre no es más que un miembro de la especie.

A los ojos del mundo, la calidad de la humanidad no le confiere un título a su existencia, más aún, ni siquiera al derecho de permanencia. Tal título debe ser certificado por circunstancias sociales especiales estipuladas en documentos que se presentan por demanda. Si estos son inadecuados o inexistentes, lo menos que puede ocurrir a un hombre es que sea rebajado a la condición de intruso: en cada puerta recibirá igual respuesta. Esta categoría de extraño o intruso no es más que el reverso de su egoísmo burgués. Desde las ciudades libres de la Edad Media, pasando por los tiempos de los dominios principescos y los estados nacionales, hasta nuestros días cuando cada país se ha convertido en un inmenso campamento militar, estos dos aspectos nunca se han reunido en una nueva unidad. El ego de los burgueses ve al intruso como su opuesto; con referencia a ese opuesto, los burgueses determinan su propia posición. Él sabe que es alguien, no solamente alguien cualquiera. “Alguien cualquiera” tiene un toque despectivo. Sin embargo, ya que dentro de nuestra sociedad de mercancías la igualdad de todo es parte integrante de la conciencia de todos a pesar de la particularización de todos los individuos, el burgués debe constantemente mantener el desprecio, mientras que al mismo tiempo se estima a sí mismo y persigue sus intereses. Cada individuo está parado en el centro de su universo. En cuanto al mundo exterior, es totalmente consciente de que él es superfluo allí.

Los sueños de la metafísica proveen un escape de estas experiencias de la vida cotidiana que han sido ribeteadas profundamente en su alma, aún cuando ha tratado con empeño de erradicarlas. En estos sueños el individuo aislado, insignificante puede identificarse con fuerzas sobrehumanas, con la naturaleza omnipotente, con el río de la vida o con un mundo-tierra inagotable. La metafísica le da significado a su existencia: explica que su lugar en esta sociedad es mera apariencia. El mundo de la apariencia, afirma, sostiene su valor a través de sus decisiones interiores, a través de la libertad metafísica de su personalidad y tiene una relación con su existencia genuina y verdadera. El menosprecio de la evidencia empírica a favor del mundo metafísico de la ilusión tiene su origen en el conflicto entre los individuos emancipados de la sociedad burguesa y su destino en la sociedad. En la vida privada esta reducción de la ciencia actúa como un opiáceo, en la sociedad, como un fraude.

En contraste con esta metafísica, el positivismo es hostil a todo lo que sabe a ilusión. Aquí, solo la experiencia, la experiencia purificada en el sentido estricto que ha recibido en la ciencia natural, se llama conocimiento. Saber no es ni creer ni esperar. La más ajustada formulación del conocimiento del hombre es la ciencia positiva; por lo demás, los puntos de partida de la ciencia, la observación directa y el lenguaje de la vida cotidiana pueden también ser útiles como herramientas rudimentarias. Este énfasis no puede ser vinculado con ningún nombre de la historia de la filosofía. Los metafísicos como Descartes y Spinoza lo mostraron hasta cierto punto, mientras que positivistas como Comte y Spencer, quienes dieron a esa tendencia su nombre, tuvieron muchas mezclas de Weltanschauung para personificar un positivismo puramente simoniano. El positivismo de hoy día usualmente rastrea su origen a Hume, por un lado, y a Leibniz por otro. Combina el empirismo escéptico con una lógica racionalizada que busca hacerla más fructífera para la ciencia. El ideal que persigue es el conocimiento en la forma de una ciencia universal matemáticamente formulada deducible del menor número posible de axiomas, un sistema que asegure el cálculo de la existencia probable de todos los eventos. La sociedad también ha de explicarse de este modo. El positivismo admite que esta última es un ideal que está todavía lejos, pero mantiene la esperanza de que en un futuro no muy distante los fenómenos sociales serán completamente clarificados y llevados a una relación adecuada con los factores subyacentes del sistema total.

En última instancia, de acuerdo al positivismo, los eventos del mundo humano serán predichos con el mismo grado de probabilidad que los otros eventos. La única diferencia es que será necesario esperar un poco más que en la psicología o la biología para tener resultados de las investigaciones futuras en las ciencias especiales que sean aplicables a los fenómenos sociales y culturales. Además de la ciencia, está el arte. En tanto la metafísica no es ciento por ciento carente de sentido, pertenece a la poesía. El conocimiento es la provincia exclusiva de la ciencia. La pregunta por lo que el hombre es deberá responderse por el curso de la vida cotidiana y por las ciencias fisiológicas y, hasta cierto punto, por la psicología, que es reducible a ellas. La distinción entre lo que es una entidad y lo que parece ser es totalmente asignificativa.

Debido al hecho de que la metafísica de posguerra allanó intelectualmente el camino al sistema autoritario de gobierno en Alemania, no sorprende que el modo neo-positivista de pensamiento atraiga a amplios círculos opuestos al fascismo. En su período de mayor florecimiento, el positivismo no limitó su ataque a las ideas metafísicas acerca del más allá pero criticó las teorías organicistas del estado y también de la sociedad. Temprano en su historia criticó el concepto fetichista del estado junto con el concepto ilusorio de Dios. Esta clarificación entra en el haber del positivismo moderno. Uno de los documentos más significativos del Iluminismo sostiene que los romanos adoraban su República

como algún tipo de entidad diferenciada de los ciudadanos individuales que la forman. Todos hablaron de ella de ese modo y es a consecuencia de esta idea que exigían que cada ciudadano sacrificara sus intereses, su felicidad y su vida a esta concepción, aunque la paz y el bienestar de esta República fuera nada más que la paz de los ciudadanos individuales.4


Este documento sostiene además que la idea de Dios era considerada de la misma forma. Era un fantasma que obstaculizaba el desarrollo del hombre.

Hoy los principales intereses del cientificismo ya no se centran en la pelea entre ideas socialmente significativas de ese tipo. La pregunta acerca de los objetivos actuales de estos teóricos se responden generalmente con el enunciado de que su trabajo consiste en sacar los obstáculos que impiden el avance de las matemáticas y de las ciencias naturales. A pesar de esto, la joven generación, que busca armas intelectuales contra la locura totalitaria, se apega al pasado glorioso de esta filosofía, especialmente en la universidades, donde se ha establecido como la escuela metafísica más concienzuda. Y sin embargo, esta filosofía en su forma actual está tan firmemente ligada como la metafísica al orden establecido. Aunque su relación con la existencia de un estado autoritario puede no ser obvia en un comienzo, no obstante, puede ser descubierta fácilmente. Los metafísicos neo-románticos y también el positivismo radical tienen sus raíces en el actual estado lamentable de la clase media. Habiendo abandonado toda esperanza de mejorar su condición a través de su propia actividad, la clase media, que teme un cambio rotundo en el sistema social, se ha echado en los brazo de los líderes económicos de la burguesía.

La esencia de la última escuela del positivismo es su unión del empirismo con la lógica matemática moderna. Bertrand Russell sostuvo en el Congreso Internacional para la Filosofía Científica en 1935:


En la ciencia, esta combinación ha existido desde los tiempos de Galileo; pero en filosofía, hasta nuestro tiempo, aquellos que estaban influenciados por el método matemático eran anti-empiristas, y los empiristas tenían poco conocimiento de las matemáticas. La ciencia moderna surgió de este matrimonio de las matemáticas y el empirismo; tres siglos más tarde, .la misma unión está dando a luz a un segundo hijo, la filosofía científica, que está tal vez destinada a una gran carrera, ya que ella sola puede proveer el temperamento intelectual en el cual es posible encontrar una cura para las enfermedades del mundo moderno 5


Los enunciados de Russell ciertamente muestran una gran seguridad en sí mismo. El movimiento del cual habla se ha designado a sí mismo como empirismo lógico. Presenta los perfiles fuertes de una escuela dentro de la cual, al igual que dentro de la escuela fenomenológica de Husserl, ya existen diversos subgrupos distintos. Varios científicos destacados, que trabajan en diversos campos, han mostrado simpatía con este movimiento. Como no es nuestra intención describir su historia sino marcar los defectos en su modo de pensar y sus conexiones con la historia de la burguesía, no nos detendremos en los matices de diferencia entre sus adherentes.

El empirismo lógico tiene esto en común con el empirismo más antiguo: ambos sostienen que en el análisis final todo el conocimiento sobre los objetos deriva de los hechos de la experiencia sensible. Por ello, Carnap piensa que todos los conceptos “son reducibles a conceptos esenciales relativos a datos dados, el contenido inmediato de las experiencias” 6

Con respecto a la verdad de las teorías, o mejor dicho, a su probabilidad, las ciencias apelan a la observación y a la experiencia como su juez supremo. En general, el trabajo del conocimiento en todos los campos culmina con la predicción exitosa de la existencia de los datos sensibles.

Sin embargo, existe una cierta distinción en este punto entre el empirismo tradicional y sus modernos sucesores. Aquéllos defendían la reivindicación del individuo de que la sociedad estaba organizada en su nombre. La ciencia también tenía que justificarse frente al individuo y lo hacía asegurándole que sostenía solamente lo que todo el mundo podía ver y oir. Al individuo se le mostraba que la física y todas las otras ciencias no eran más que la expresión condensada, la forma purificada de sus propias experiencias cotidianas, en otras palabras, de que no eran diferentes de los mecanismos que usaba en la vida práctica, excepto que eran más sistemáticos y que le permitían orientarse en la realidad con mayor velocidad. La doctrina del hombre, aunque era una forma restringida de doctrina, constituía entonces el contenido de esta filosofía. Demostraba que la ciencia empieza con las experiencias de los sentidos y que siempre tenía que referirse a ellas. Locke buscaba dar en su “método histórico simple” un “informe de las formas por las cuales nuestras comprensiones alcanzan esas nociones de las cosas que tenemos; y …establece cualquier medida de la certeza de nuestro conocimiento o de las bases de aquellas persuasiones que se encuentran entre los hombres, tan variadas, diferentes y totalmente contradictorias…” 7. Hume definió su tarea como el esfuerzo “ por explicar los principios de la naturaleza humana”. Esto, declaró, era la única base filosófica sobre la que las ciencias “pueden apoyarse con algún grado de seguridad”.8

Aunque Locke y Hume, en armonía con sus concepciones liberales de la sociedad, entendieron esta definición de la ciencia como un producto humano en un sentido puramente individualista y buscaron comprender la génesis del conocimiento en términos de una epistemología psicologicista, su filosofía contiene de todos modos al menos un elemento dinámico: la relación con un sujeto cognoscente.

El empirismo moderno ignora esta relación completamente, aún en su teoría de los conceptos y los juicios. La Física, como una técnica intelectual definitivamente restringida, siempre se ocupa de los juicios formulados de los observadores y no directamente de las observaciones.

Se sigue que el criterio de la experiencia no es la impresión de los sentidos, como en Locke y Hume, sino el juicio formulado con respecto a la impresión. La tarea exclusiva de la ciencia es establecer un sistema desde el cual puedan deducirse tales proposiciones en la medida en que puedan confirmarse por los juicios de los observadores, por los “enunciados protocolares”. Se considera aceptable un símbolo descriptivo si por medio de definiciones o principios recientemente establecidos es reducible a símbolos que aparecen en los enunciados protocolares.9 La ciencia y consecuentemente la filosofía científica tienen por lo tanto que ocuparse del mundo dado solamente en la forma de los enunciados acerca de él. El científico está preocupado por el mundo solamente en tanto está enmarcado en el lenguaje. Solo cuenta con lo que ha sido debidamente registrado en un protocolo. El análisis del proceso por el que una experiencia se traduce a un protocolo pertenece al campo de la psicología empírica, que puede registrar la conducta de un sujeto de la misma forma en que la Física registra el comportamiento de los cuerpos. Tampoco la Psicología se ocupa de las percepciones. El material manipulado no es la observación del psicólogo mismo, sino los hechos certificados por un gran número de observadores, es decir, de los hechos formulados en los juicios. Ni lo inexpresable ni lo inexpresado juegan un rol en el pensamiento: ni siquiera pueden ser inferidos.

La forma en que las diversas etapas del empirismo conciben los objetos del conocimiento pueden de hecho ser la evidencia de una superficialidad en aumento del pensamiento burgués, de una aversión creciente a ver el fondo humano de las cosas no humanas. En todo caso, el principio de que nuestro conocimiento del mundo deriva de nuestros sentidos ha persistido a través de todas las etapas. En tanto este principio se limita al enunciado de que cada aserción acerca de cualquier cosa en la naturaleza o en la historia deben referir a una experiencia correspondiente, su fuerza opositora se dirige solamente contra la creencia en la vida eterna. El racionalismo no contradice este principio: simplemente no lo aísla como una ley fundamental de la filosofía. Los sistemas racionalistas del siglo diecisiete usaron el principio empirista en conexión con su doctrina de que es menos importante dedicarle atención a cualquier existente posible tal como es, que ser capaces de moldear y construir lo que existe en el pensamiento y en la realidad. Su creencia en la posibilidad de dominar completamente a la naturaleza y a la sociedad condiciona al racionalismo a concentrarse en el problema de la penetración intelectual del mundo, del modus operandi de la razón. La Matemática es un medio de producir objetos desde principios que el sujeto puede desarrollar en sí mismo. Las comprensiones más elevadas coinciden con los fundamentos del ser, no derivan de experiencias singulares, ni se fijan arbitrariamente. Constituyen la naturaleza cabal del pensamiento racional y cada secreto debe rendirse a su poder constructivo. Cada existente debe legitimarse en la percepción. Sin embargo, si conocemos una cosa solamente por la percepción, permanece meramente como una cosa-en-sí-misma. Se convierte en una cosa para nosotros solamente cuando somos capaces de hacerlo nosotros mismos. Tal es la visión del racionalismo.

Opuesto a esto, la verificación por la percepción es el alfa y el omega del empirismo. Se atiene a lo que es, a la garantía de los hechos. “El mundo es todo lo que es así… el mundo se divide en hechos” 10 es la perspectiva expresada en el trabajo principal del empirismo moderno. , Con respecto al futuro, la actividad característica de la ciencia no es la construcción, sino la inducción. Cuanto más a menudo ha ocurrido algo en el pasado, es más seguro de que ocurrirá en todo el futuro. El conocimiento se relaciona solamente con lo que es y con su recurrencia. Las nuevas formas de ser, especialmente aquellas que surgen de la actividad histórica del hombre, yacen más allá de la teoría empirista. Los pensamientos que no se trasladan simplemente desde los modelos imperantes de la conciencia sino que surgen de los objetivos y resoluciones del individuo, en resumen, las tendencias históricas que van más allá de lo presente y recurrente, no pertenecen al dominio de la ciencia.

Es verdad que el empirismo confiesa incansablemente su predisposición para dejar de lado cualquier convicción si la evidencia nueva demostrara que es falsa.”Ninguna regla del lenguaje físico es definitiva” y “la prueba se aplica, en el fondo, no a una sola hipótesis sino a todo el sistema de la física como sistema de hipótesis…” 11 Sin embargo, el empirismo limita esta prueba a puntos de vista neutrales, objetivos y no normativos, es decir, a puntos de vista que son, después de todo, aislados. Uno puede ya cambiar las leyes físicas que entran en conflicto con nuevas observaciones o negarse a reconocer la evidencia nueva. No obstante, no hay un elemento de necesidad en esto; la consideración de la conveniencia, que lleva a la decisión, escapa a la determinación teórica. 12 El empirismo niega que el pensamiento pueda evaluar las observaciones y la forma en que la ciencia las combina. Le asigna autoridad intelectual suprema a la ciencia acreditada, a la estructura dada y a los métodos de los cuales se reconcilian con las condiciones existentes.

A los ojos del empirista, la ciencia no es más que un sistema para el ordenamiento y re-ordenamiento de los hechos y no importa qué hechos se seleccionan del número infinito que se les presenta. Avanza como si la selección, descripción, aceptación y síntesis de los hechos en esta sociedad no tuviera ni valor ni dirección. La ciencia es entonces tratada como un conjunto de envases que están llenos hasta el borde y que se mantienen en buenas condiciones a través de una reparación constante. Este proceso, que se identificó previamente con el entendimiento, está desconectado de cualquier actividad que podría reaccionar contra él y que por lo tanto lo invisten de dirección y significado. Todo lo designado por el idealismo como idea y fin y, por el materialismo, como práctica social y actividad histórica consciente se relaciona con la ciencia esencialmente como objetos de observación y no como intereses constitutivos y fuerzas directivas, en la medida en que el empirismo no las admite como condiciones del conocimiento en absoluto (Otto Neurath) 13. No hay modo de pensamiento adaptado a los métodos y resultados de la ciencia y entrelazados con intereses definidos que puedan criticar las formas conceptuales y el modelo estructural de la ciencia, aunque dependen de ellos. No puede presentarse una crítica contra una rama de la ciencia técnica desde afuera; ningún pensamiento equipado con el conocimiento de un período y que marque su curso por objetivos históricos definidos puede tener algo que decir al especialista. Tal pensamiento y el elemento crítico y dialéctico que comunica al proceso de cognición, manteniendo por lo tanto la conexión consciente entre ese proceso y la vida histórica, no existen para el empirismo, ni tampoco lo hacen las categorías asociadas tales como la distinción entre esencia y apariencia, la identidad en el cambio, y la racionalidad de fines, en verdad, el concepto de hombre, de personalidad incluso el de sociedad y clase tomados en el sentido que presupone puntos de vista específicos y direcciones del interés. En casos excepcionales, cuando el empirista no utiliza tales conceptos, los restringe a una función puramente clasificatoria como si fueran géneros zoológicos. Por esta misma razón, la estructura del conocimiento y consecuentemente de la realidad (en tanto y en cuanto ésta última puede ser conocida) es tan rígida para él como lo es para cualquier dogmático.

Los modos de pensamiento racionalistas y empiristas están más íntimamente relacionados en este aspecto que lo que sus adherentes supondrían. A pesar de sus ataques sobre la concepción básica del racionalismo, o sobre los juicios sintéticos a priori, es decir, de las proposiciones materiales que no pueden ser contradichas por ninguna experiencia, el empirista postula a las formas de ser como constantes. En principio, el mundo entero tiene su lugar en un sistema fijo que no es definitivo en ningún momento y “es absurdo hablar de un sistema único y exhaustivo de la ciencia”.14 Sin embargo, el enunciado de que la forma correcta de todo conocimiento es idéntico al de la física, de que la física es la gran “unidad de la ciencia” en términos de la cual todo debe expresarse, postula ciertas formas como constantes. Tal aserción constituye un juicio a priori. El empirista además sostiene que el significado de todos los conocimientos de la ciencia se determinan por las operaciones físicas. Fracasa en ver que el concepto de lo corpóreo, en el sentido peculiar de su uso en la física, involucra un interés subjetivo muy especial: involucra de hecho, la totalidad de la práctica social. 15 La creencia ingenua y armonizada que subyace a su concepción ideal de la unidad de la ciencia y, en el último análisis, el sistema entero del moderno empirismo, pertenecen al mundo pasajero del liberalismo. Uno puede entenderse con cualquiera en cada tema. De acuerdo a los empiristas, esto es una “afortunada coincidencia” que uno no debe analizar para determinar su significado y su producción. Uno simplemente lo hipostasía como una “propiedad estructural perfectamente general de la experiencia”. 16 Ernst Mach allanó el camino para pensar que los factores subjetivos podían, en principio, ser eliminados. Los admitía solo como la influencia de los “nervios de nuestro cuerpo” sobre nuestras percepciones. 17 La ciencia natural, sostenía, compensa esta influencia subjetiva usando un gran número de observadores en lugar de un único sujeto que estudia los eventos. De esta forma, es posible eliminar las diferencias accidentales introducidas por los sistemas nerviosos individuales y purificar los eventos físicos de todos los ingredientes subjetivos.


En este proceso las K,L,M….K’,L’, M’ …[los diferentes observadores y sus respectivos sistemas nerviosos] son tratados como instrumentos físicos, cada cual con sus peculiaridades, sus constantes especiales y demás, de los cuales los resultados, como se indican finalmente, tienen que liberarse… por lo tanto, desde este punto hacia adelante hemos obtenido una base segura para todo el campo de la investigación científica. 18


La idea de eliminar radicalmente al sujeto no solo de la física sino también del proceso de cognición declarando generalmente a las que las diferencias individuales mismas son meras series de hechos es, en sí mismo, un principio de investigación que necesita una restricción cuidadosa. La creencia de que este principio es esencialmente aplicable en cada momento de la historia lleva, necesariamente, a una concepción ahistórica y acrítica del conocimiento y a la hipóstasis de los métodos particulares de procedimiento empleados por las ciencias naturales. Acarrea la idea de que las diferencias teóricas que se encuentran en los antagonismos históricamente condicionados de los intereses han de ser resueltos por un “experimento crucial” más que por una lucha y otra que se le oponga. La relación armoniosa de los individuos entre sí se convierte en un hecho que, por lo tanto, tiene un carácter aún más general que la ley de la naturaleza. Deviene, hasta cierto punto, un hecho eterno y, por ende, se alinea directamente con los principios del racionalismo y del trascendentalismo.


El valor determinado de una magnitud física en cualquier caso concreto es independiente...de la experiencia… Una diferencia de opinión entre dos observadores con respecto a la longitud de una vara, la temperatura de un cuerpo, o la frecuencia de una oscilación no es vista nunca en la física como un desacuerdo subjetivo y, por ende, irresoluble; por el contrario, siempre se intentará producir acuerdos en base a un experimento común. Los físicos creen que ...cuando no se encuentra tal acuerdo en la práctica, la causa se halla en las dificultades técnicas(imperfección de los instrumentos, falta de tiempo, etc.)...Las determinaciones físicas son válidas intersubjetivamente. 19


Lo mismo es verdadero para otros lenguajes usados en la ciencia (la biología, la psicología y las ciencias sociales): todos “pueden reducirse al lenguaje físico”.20 Por lo tanto, “la totalidad de la Ciencia se convierte en la Física”. 21

El empirismo sostiene la idea, a pesar de algunas de sus aserciones, de que las formas del conocimiento y, en consecuencia, las relaciones del hombre con la naturaleza y con otros hombres nunca cambian. También, de acuerdo al racionalismo, todas las potencialidades objetivas y subjetivas están enraizadas en intuiciones que el individuo ya posee, pero el racionalismo utiliza tanto los objetos existentes como los esfuerzos interiores activos y las ideas del hombre para construir criterios para el futuro. En este aspecto, no está íntimamente asociado con el orden vigente como sí lo está el empirismo con su confusión del concepto de novedad con una predecibilidad inadecuada. La teoría de Leibniz sobre el sujeto como substantia ideans 22 en el sentido de un agente causativo de decisiones y actos está más cerca de una interpretación materialista de la historia de lo que está una filosofía que reduce el sujeto pensante al rol de enunciados protocolares subsumidos bajo proposiciones generales y que deduce otros enunciados de ellos.

El empirismo rechaza la noción de sujeto in toto. La concepción del desarrollo o tendencia, además, le presenta poca dificultad. El desarrollo o la tendencia, enuncia, solamente significa la conducta probable de los objetos, predecible en base a la fuerza de las regularidades de ocurrencia observadas. Los modos conocidos de conducta de cada objeto en un medio ambiente o situación son las tendencias parciales de esa situación: el evento probable es la resultante de todas las tendencias parciales. La psicología conductista busca formular una doctrina del hombre a través del uso exclusivo de conceptos y métodos de las ciencias que tratan con materia inorgánica. Las tendencias históricas, uno podría pensar de acuerdo con las visiones conductistas, parecen distinguirse de las tendencias físicas en el hecho de que las voliciones humanas están involucradas en las primeras. Pero el conductismo declara que la voluntad humana es igual a las otras regularidades en la naturaleza. William James ha sugerido que cada acto voluntario es un movimiento condicionado por un pensamiento anterior. El niño descubre por la observación que puede ejecutar un movimiento específico o un acto si lo piensa de antemano. Las ideas y los pensamientos específicos tienen la misma relación con los movimientos y actos definidos que dos placas de metal con cargas eléctricas opuestas tienen con la chispa. No hay un salto cualitativo entre motivo y causa: ambos son simplemente condiciones seguidas regularmente por eventos definidos. A es seguida por B. Una cabeza piensa una acción y la ejecuta. Un ladrillo cae sobre esa cabeza y la quiebra. Ambos son casos del mismo tipo de ley objetiva. Cuando una persona adulta piensa en un acto y no lo ejecuta, el hecho de no hacerlo recae solamente en el hecho de que otros pensamientos o circunstancias están presentes e interfieren con la acción.23 De otro modo, de acuerdo a esta teoría, estaríamos siempre obligados a hacer lo que pensamos hacer. Debemos ver cada volición como el resultado de varias regularidades de la conducta humana que intervienen en una situación. Regularidad es el término para los efectos repetidamente observados. Dado A, la ocurrencia de B es probable si en el pasado ha seguido frecuentemente a A. La ocurrencia de lo probable, sin embargo, a veces depende de los factores humanos; pero el conductismo ignora este hecho cuando presenta sus categorías y declara que pertenecen a otra rama de la ciencia. El empeño de la investigación científica por ver los eventos en sus conexiones más generales a fin de determinar sus leyes es una ocupación legítima y útil. Cualquier protesta contra tales esfuerzos, en nombre de la libertad de las condiciones restrictivas, sería infructuosa si la ciencia no identificara ingenuamente las abstracciones llamadas reglas y leyes con las fuerzas realmente eficaces y confundiera la probabilidad de que B siguiera a A con el esfuerzo real que haga que B siga a A. Tal confusión también ocurre si el esfuerzo o acción es reificado meramente como estado o evento y no es nunca captado como la estructura específica de la relación sujeto-objeto.

En sus comienzos, el positivismo asociaba el proceso de determinar leyes y de deducir eventos de las concepciones y proposiciones generales(que consideraba era la única forma válida de determinar las ocurrencias) con la visión explícita de que A, desde el principio, era una parte constituyente de la relación fija AB o AC o AD, y de que todo lo que uno tenía que hacer era esperar y ver lo que ocurría. Admitía, sin embargo, que lo que una situación realmente es podía depender enteramente de lo que los hombres y su ciencia descubrieran de ella, por ejemplo, si arrastraban a la humanidad a su ocaso o si la traían a su despertar real. De acuerdo al empirismo moderno tal elección no es importante para evaluar el mundo de hoy. El estado actual de las cosas es un hecho del mismo tipo que el deseo de cambiarlo, o sea, si este deseo reside no solamente en unos pocos hombres sino que está presente en una forma adecuada en la conciencia común. El estado de cosas que sigue el orden actual sería un nuevo hecho. Los términos comprensivos como “principio”o “fin de la humanidad” no son ni abreviaturas convenientes ni de otro modo justificables ya que, aún después de largas discusiones, sería difícil establecer definiciones a las que todo el mundo podría suscribir. Puede agregarse que este desacuerdo persistirá en tanto la humanidad no tenga fundamentos más sólidos que el orden actual. Es, por supuesto, verdad que la cuestión de que cada evento se resuelve en hechos, y en hechos que varían en formas ampliamente diferentes de acuerdo a la situación, juega un parte decisiva en cualquier prueba. Sin embargo, nos parece un tanto fuera de lugar formar una nueva escuela de empirismo en base solamente a esta circunstancia. Se parece demasiado a una promesa de que el conocimiento se mantendrá dentro del camino de las certezas y de que no tratará en absoluto con las controversias históricas o solamente lo hará en algún futuro indefinido. “La opinión de que el pensamiento es una forma de conocer más acerca del mundo que lo que puede ser simplemente observado… nos parece enteramente misterioso” es la convicción expresada en un trabajo del Círculo de Viena. 24 Este principio es particularmente significativo en un mundo cuya magnificencia exterior irradia un orden y unidad completos mientras el pánico y la angustia prevalecen debajo. Los autócratas, los gobernadores coloniales crueles y los carceleros sádicos siempre han deseado contar con visitantes que tengan esta mentalidad positivista. Si la ciencia como un todo sigue la línea del empirismo y el intelecto renuncia a su sondeo insistente y confiado de la maraña de observaciones para desentrañar más acerca del mundo que nuestra prensa diaria bien intencionada, estará participando pasivamente del mantenimiento de la injusticia universal.

En respuesta, el empirismo podría hacer la pregunta: ¿Confiaría el intelecto en que conoce la verdad subyacente si no tuviera observaciones propias para oponer a las incontables observaciones del día? Para contrarrestar la experiencia, el intelecto debe él mismo apelar a la experiencia ya que sus conceptos no son innatos ni extraídos de la inspiración. La respuesta es que es precisamente porque los hechos son aludidos cuando otros hechos están siendo expuestos o abolidos y porque los hechos, por así decirlo, están involucrados en todo y en cada persona, que el pensamiento constructivo que evalúa los hechos y discrimina entre la superficie y la médula es de tal suprema importancia en cada decisión. El término empirismo ya carece de significado hoy día o constituye el abandono de la razón en el propio sentido de la palabra.

El rol del empirismo en el mundo puede ilustrarse con muchos ejemplos. El siguiente incidente, que involucra al hijo de Carl Vogt, el crítico de Marx, está extraído de un artículo de F. de Spengler:


En su refinado libro dedicado a la memoria de su padre, recuerda con una presumida diversión un comentario del Profesor Schiff a los miembros de una sociedad antiviviseccionista que deseaban inspeccionar los laboratorios universitarios. Les dijo que, aunque los animales no estaban efectivamente dormidos, los visitantes no escucharían sonido alguno. ¡Un simple corte en sus cuerdas vocales había privado a los animales de la habilidad de expresar su sufrimiento! 25


El placer que el joven Vogt obtenía de la candidez de esa buena gente es un ejemplo perfecto del placer que deriva de un empirismo ingenuo en un mundo en el cual todo está en sintonía con la decepción.

Así como es posible predecir las acciones de los individuos a través de métodos de procedimiento idénticos a los que predicen los procesos físicos, también es posible hacer predicciones relativas a los grupos sociales. La teoría empirista de la sociedad es el “conductismo social”.


Los estados, las naciones, los grupos etarios y las comunidades religiosas son todos sistemas complejos compuestos de elementos individuales: los individuos. Tales grupos compuestos exhiben ciertas relaciones conformes a las leyes específicas: tienen una fisonomía definida…


El estudio científico ha mostrado … que la división en “clases sociales” que juega un papel creciente en la vida política puede representarse sociológicamente. Una “antropología de las clases sin bienes” produce material biológicamente notable. 26

Seguramente, la teoría de la sociedad no es tan sensible a la experimentación como la física. En el fondo, sin embargo, los “agregados” citados se componen de “seres vivos individuales, el hombre y otros animales. El conductismo estudia su conducta bajo la influencia del estímulo como un departamento de biología(ver Pavlov y otros)” 27. La sociología, nos dicen, es comparable a la biología que tiene un solo animal a su disposición para el estudio y por lo tanto


tendría que deducir las leyes que gobiernan el movimiento de las piernas de aquellas que gobiernan los movimientos de los brazos y las leyes que gobiernan un animal de seis años de aquellas que gobiernan un animal de cuatro. En tales casos, además, la experiencia sobre el cambio ha mostrado que las leyes relevantes cambian de acuerdo a reglas definidas. 28

Los empiristas confían en que siguiendo este método


los cambios significativos … no se conocen de antemano. La comparación de los sistemas complejos totales no nos permite predecir revoluciones a menos que sean ocurrencias comunes. Es necesario esperar la ocurrencia de un nuevo fenómeno antes de que podamos descubrir las nuevas leyes que se relacionan con el. 29


Por supuesto, no necesitamos esperar de brazos cruzados.


Quien necesite troncos debe esperar al derribador de árboles o derribarlos él mismo. Además, la comprensión sociológica de las relaciones actuales es, por regla general, obtenida más fácilmente por aquellos que están más cercanos a las estructuras sociales de la época. En la física también la familiaridad con la práctica técnica estimula la investigación. Esto es aún más verdadero con respecto a la sociología. El científico es un elemento como cualquier otro elemento. 30


Por lo tanto, las tendencias individuales y sociales no son excepciones para el aparato de conceptos empirista. También ellas son formulaciones de observaciones. La familiaridad con la práctica social es un estímulo para el sociólogo. Sin embargo, el sujeto mismo no está involucrado. No hay diferencia entre el hecho de que se esperen los “cambios significativos” activa o pasivamente; aún cuando sean activos, la ciencia trata a los seres humanos como meros hechos y objetos. El científico es objetivo al punto de considerarse él mismo como un mero elemento. Esta objetividad tiene sus consecuencias teóricas. Ya que la sociedad misma es considerada como no más que un agregado de individuos, la diferencia entre el sujeto y el objeto, el conocimiento y el contenido del conocimiento, la teoría y la práctica aún en un plano social no se tratan como algo que está cambiando incesantemente, algo que está constantemente reacomodándose en el curso de la historia, sino como algo no existente, como una frase vacía. El problema de esta relación crítica cambiante entre conciencia y ser siempre ha estado en el centro tanto de las filosofías idealistas como de las materialistas. En el empirismo se ha resuelto, por así decirlo, por acuerdo propio. No hay más que hechos y el aparato conceptual completo de la ciencia sirve para determinarlos y predecirlos. Cuando la relación de la conciencia con el mundo objetivo es realmente tomada en consideración, es a la vez tratada como una colección de hechos tales como hábitos condicionados fisiológicamente o de forma similar. Cualquier otro modo de consideración carece de sentido.

Bajo los actuales métodos de producción, la ciencia está más interesada en los resultados de la abstracción que en la reconstrucción teórica del todo: los animales, los seres humanos y la sociedad son todos y cada uno considerados agregados de cosas y eventos. El proceso que logró poner estas abstracciones en el curso de la praxis social no entran en la conciencia de la ciencia. El empirismo siempre trata al pensamiento al nivel que ya alcanzó en algún momento. Si se le recuerda la génesis de estas abstracciones, remite el problema a la psicología o la a sociología, o a lugares a cargo de alguna otra disciplina. Sus aserciones siempre tienden a remarcar que todo lo que puede comprobarse son hechos y nada más que hechos. Cuando analizamos nuestros actos volitivos, encontramos deseos, sentimientos, ideas y movimientos que están interconectados. Sería insensato hablar de que un sujeto o de una realidad que no pueden darse, pero que aparecen delante o detrás de hechos individuales y sus interrelaciones. Si hablamos solo del sujeto, sin ir más allá, debemos verlo como un objeto aislado, un conjunto de eventos físicos como cualquier otro conjunto. ¿Cómo sería de otro modo posible ponerse de acuerdo en un mundo de desacuerdos? El sujeto real desaparece detrás de ésta o de cualquier otra fijación lingüística que puede o no ser relevante. No hemos de hablar del sujeto ni, si seguimos a los empiristas lógicos, de ninguna realidad independiente de la conciencia. Esta escuela cree que se ha sacado de encima todos los problemas a partir de estas dudosas purificaciones del lenguaje.

La concepción de que la ciencia establece y clasifica datos dados con la intención de predecir hechos futuros y de que tal función agota las tareas de la ciencia aísla el conocimiento y fracasa en remediar este aislamiento. La consecuencia es un cuadro fantasmal y distorsionado del mundo. Los empiristas, sin embargo, no pueden ver que éste es el caso. Según ellos, cuando los científicos participan de la actividad se transforman ellos mismos de científicos a seres actuantes, es decir, devienen elementos, datos, hechos. Apenas reflexionan sobre su actividad, sin embargo, se re-transforman en científicos. El especialista entrenado qua científico se ve a sí mismo como una cadena de juicios e inferencias, qua un miembro de la sociedad: se considera un mero objeto. Lo mismo vale para todo el mundo. El individuo se divide en innumerables funciones cuyas interconexiones son desconocidas. En la sociedad, un hombre es pater familias en un aspecto, hombre de negocios en otro, pensador en un tercero; para ser más precisos, él no es en absoluto un ser humano sino todos estos aspectos y muchos más en una inevitable sucesión. El conocimiento consiste en hechos, la acción consiste en hechos; los constituyentes del conocimiento, las percepciones, las nociones, los hechos no pueden unirse en una relación cognitiva con ninguna cosa diferente, tal como el sujeto.

Lógicamente, este aislamiento irrestricto de la ciencia se apoya en la hipostasía del concepto abstracto de dato o hecho. Desde Descartes hacia adelante, solo aquello que cada individuo podría reconocer como existente era aceptado como tal. El empirismo, sin embargo, al eliminar al sujeto ha eliminado el factor críticamente discriminador, y entonces ha borrado toda distinción entre el concepto de dato y el de cualquier otra cosa de modo que dato, hecho y objeto meramente parezcan poseer un significado determinado. Las ciencias especiales han de tratar con particulares y discretos. A diferencia de ellas, la filosofía ha de tratar exclusivamente con la esfera nebulosa de lo universal, con los hechos como tales, con meras proposiciones, con un lenguaje apartado del contenido, con forma pura. La razón no puede decidir sobre estas ramas del saber o las conexiones entre ellas no más de lo que puede hacerlo sobre los otros elementos de la reproducción social. Su función está restringida a los campos discretos de la investigación social y a las ramas de la ciencia, es decir, existe solo en la forma de la comprensión. En vistas a esta restricción, la filosofía no tiene otro camino que tomar la universalidad sin sentido de los hechos dados para todo el mundo. El empirismo falsamente considera a esta universalidad como particular y determinada y como la única cosa que puede creerse.

En las viejas formas de empirismo, este hecho de igualar el mundo con los meros datos, este nivelar para abajo de toda praxis estaba relacionado con ideas religiosas o escépticas y por lo tanto tenía solamente un carácter problemático. Berkeley no pudo comprender que el orden existente es un producto del proceso de vida de la sociedad en la cual el individuo es un participante activo. La alienación del producto del trabajo social del individuo aislado también aparecía como una hipostasiación de los hechos. El problema del origen de estos hechos presentaba dificultades insuperables y Berkeley escapó hacia una creencia religiosa de que Dios da los hechos al individuo. Hume, por otro lado, expresó su desesperanza de resolver alguna vez el problema del origen de los hechos. Con estos dos filósofos, el aislamiento absoluto del conocimiento continuó siendo una pregunta abierta, tal como se evidencia en su escepticismo. Por momentos, este resultado hundía a Hume en la “melancolía”.


La visión intensa de estas contradicciones e imperfecciones con múltiples facetas de la razón humana se ha imbricado en mí de tal forma y ha estimulado tanto mi pensamiento que estoy dispuesto a rechazar toda creencia o razonamiento y no puedo considerar opinión alguna como más probable o posible que otra. ¿Dónde estoy, o qué? ¿De qué causas derivo mi existencia y a qué condición regresaré?¿Qué favores debo buscar y qué ira debo temer?¿Qué seres me rodean? ¿Y sobre cuáles tengo influencia o quiénes la tienen sobre mí? Estoy aturdido con todas estas preguntas y empiezo a imaginarme en la condición más deplorable imaginable, rodeado de la más profunda oscuridad y absolutamente privado del uso de cualquier miembro o facultad. 31


El creía que la eliminación del pensamiento constructivo, el borramiento de la oposición entre sujeto y objeto, entre la teoría y la práctica,entre el pensamiento y la predisposición a las cuales lleva su filosofía, la filosofía de la burguesía en ascenso, tenía un aspecto turbador y negativo. Este sentimiento ya no es compartido por sus seguidores: uno buscaría en vano cualquier signo de tristeza de su parte frente a la impotencia de la razón. El empirismo moderno guarda silencio en este punto, es decir, a menos que insospechadamente adopte un término hegeliano y declare que “lo místico” se presenta con los problemas de la vida.

Uno puede separar a la ciencia de otras esferas de la vida social, uno puede considerar que la ciencia comprende la determinación y la predicción de hechos. Debería saberse, sin embargo, al menos desde la Fenomenología del Espíritu de Hegel, que las experiencias, sensaciones y percepciones más inmediatas tal como se nos dan aparecen como últimas solamente para los entendimientos más limitados y que realmente son derivativas y dependientes. Hegel escribió en su crítica de la filosofía de E. Schulze, una crítica que anticipa la totalidad del empirismo lógico:


Ni el escepticismo temprano ni el materialismo, tampoco el más ordinario sentido común, a menos que haya caído al nivel de bestialidad, se ha hecho culpable del barbarismo de asignar certeza y verdad incontrovertibles a los hechos de la conciencia. Tal barbarismo, por lo tanto, no se ha escuchado en la historia de la filosofía. De acuerdo a este nuevo escepticismo nuestra física y nuestra astronomía y el pensamiento analítico desafían toda duda razonable. Por ende, este escepticismo incluso carece del costado noble del viejo escepticismo clásico que se plantaba contra el conocimiento finito y limitado. 32


El desarrollo de la filosofía idealista en Alemania, desde sus comienzos con Leibniz hasta el presente, ha podido confirmar la visión de que el mundo de la percepción no es meramente una copia ni algo fijo o sustancial, sino un producto de la actividad humana en igual medida. Kant probó que Dios no nos da el mundo de nuestra conciencia individual y científica y que lo aceptamos sin cuestionamientos, sino que es el resultado parcial de los trabajos del entendimiento. Probó además, en el capítulo sobre el esquematismo de los conceptos puros del entendimiento, que las percepciones empíricas que entran en nuestra conciencia ha ya sido moldeadas y filtradas por facultades humanas productivas. Los neo-kantianos han preservado este legado al diferenciarlo y ampliarlo. De este modo, gracias principalmente a los avances hechos en etnología y psicología, fue posible demostrar la importancia constitutiva del lenguaje en la formulación de la información sensible.


El significado no surge después de que se completa el objeto: es el progreso del signo y de la “distinción” cada vez más definida de los contenidos de la conciencia que de allí resultan lo que produce los contornos más claramente definidos del mundo como una totalidad de “objetos” y “calidades” de los “cambios” y “actividades” de las “personas” y las “cosas” de las relaciones espaciales y temporales. 33


Lo dado no es solamente expresado por el habla sino que está modelado por él, está mediado de muchas maneras. De acuerdo con sus presuposiciones filosóficas, el neo-kantianismo ha comprendido la actividad que produce y organiza los hechos para que sea un proceso intelectual. Aunque Cassirer reconoce que el mundo de la percepción está condicionado por el hombre, sin embargo declara que el lenguaje, el factor condicionante, es “un vehículo en ese vasto proceso de “pelea” entre el yo y el mundo en el que las fronteras de los dos están primero definitivamente demarcadas”. 34

Pero incluso esta idea es muy estrecha. A fin de ubicar la conciencia presente de los hechos del hombre en el contexto correcto, no es suficiente rastrear el principio abstracto del ego en sus interconexiones históricas. La oposición del ego y el mundo, en su forma definitiva, pertenece a una época históricamente transitoria. La concepción del ego como una sustancia monádicamente aislada es una abstracción, tanto en la idea como en el hecho. Los discípulos del idealismo clásico concibieron la condicionalidad de la percepción idealísticamente e hicieron uso principalmente de lo trascendental, es decir, de los factores intelectuales a fin de balancear la doctrina unilateral de que el conocimiento consiste en acumular hechos. Al hacer eso, mostraron un mejor juicio que aquellos que equiparaban el conocimiento de los hechos con el conocimiento de la realidad. El nombre de empirismo en sí mismo traiciona la falta de cualquier juicio semejante. Los hechos de la ciencia y la ciencia misma no son más que segmentos del proceso de la vida de la sociedad, y a fin de entender el significado de los hechos o de la ciencia uno debe generalmente poseer la clave de la situación histórica, la teoría social correcta.

El empirismo, especialmente en su última forma que ha ido tan lejos como para abandonar el criterio de la observación personal y que tiene la intención, en todo rigor, de confiar exclusivamente en la perfección lógica del sistema y en los juicios protocolares, puede fácilmente terminar en desastre. Podemos ilustrar este punto fácilmente. Supongamos que en un país definido en un tiempo definido la ciencia del hombre, la economía, la historia, la psicología y la sociología están completamente en sintonía con los principios del empirismo. Su gente realiza observaciones cuidadosas; tienen un sistema de símbolos lógicos altamente perfeccionado y en muchos casos llegan a predicciones perspicaces. Lo que ocurre diariamente en la vida política y económica es fielmente registrado e incluso las fluctuaciones de mercado son calculadas precisamente de antemano, aunque solo para un corto plazo. Los reflejos y las reacciones del ser humano, desde la infancia hasta la vejez, han sido cuidadosamente observados y todas las emociones han sido relacionadas con procesos fisiológicos medibles. Es posible hacer predicciones correctas relativas a la conducta de la mayoría de los habitantes de ese país, por ejemplo, en términos de su observancia de las reglamentaciones rigurosas, su frugalidad en los tiempos de racionamiento durante la guerra, su pasividad frente a la persecución y exterminio de sus mejores amigos, sus manifestaciones de alegría en festivales públicos y en el resultado favorable de la elección de una burocracia brutal y traicionera, entre otras.

Las ciencias sociales pueden haber conseguido todo esto y más en su esfuerzo por igualar los logros de la física, la ciencia empírica par excellence. Los “hechos de la experiencia pura sensible” y los juicios protocolares que los sustentan se derraman en los científicos con la misma abundancia que las demostraciones espontáneas de aprobación se derraman sobre los gobiernos indignos que sin duda sabrían cómo utilizar la clasificación meticulosa, la comparación y la coordinación de esta ciencia como un instrumento de su mecanismo global de control. Y, sin embargo, el cuadro del mundo y del hombre producidos por estos mecanismos científicos podrían ser vastamente diferentes de la verdad realmente obtenible en ese mismo momento. Sea porque están enganchados a una máquina económica que destruye cada libertad interior, porque su desarrollo intelectual está retardado por sus métodos arteros de educación y propaganda y están exasperados por su horror y su miedo, los habitantes de ese país podrían estar sujetos a impresiones distorsionadas, a cometer actos hostiles en nombre de sus intereses reales y a producir solo decepciones y mentiras en cada sentimiento, cada expresión y cada juicio. En todos sus actos y enunciados, podrían estar poseídos, en el sentido estricto de la palabra. Su país podría entonces asemejarse tanto a un manicomio como a una prisión y su aceitada investigación científica no se percataría de ello. Su ciencia podría mejorar teorías físicas, jugar un rol prominente en la química de la comida y de la guerra así como en la astronomía y alcanzar niveles inéditos en la creación de medios para los trastornos mentales y la aniquilación de la raza humana. No comprendería, sin embargo, el punto esencial. No notaría que se ha convertido en su propio opuesto. Aunque algunos de sus departamentos podrían haber conseguido la más alta eminencia, la ciencia en sí misma se habría convertido en ignorancia bárbara y superficialidad. El empirismo, sin embargo, tendría que ensalzar la ciencia que imperturbablemente sigue descubriendo, rotulando, clasificando y prediciendo hechos. Después de todo, ¿dónde más debería uno aprender lo que es la ciencia si no es desde la ciencia misma, desde el hombre involucrado en ella? Y estos hombres están perfectamente de acuerdo con el hecho de que todo está en orden.

El empirismo podría fácilmente llegar a tal destino sin tener la más mínima concepción de cómo evitarlo. Si esos grupos resueltos que no pueden soportar más la vida bajo el orden opresivo emergieran victoriosos de su lucha (una lucha que el mecanismo impasible de “buscar hechos” de la ciencia no ve) la escena completa cambiaría de golpe. La ciencia estaría sorprendida pero, de acuerdo al empirismo, no caería sombra alguna sobre su reputación a consecuencia de ello. La ciencia admitiría entonces que la conciencia y el comportamiento previos de la gente eran falsos, que había sido una conformidad impuesta, un producto de una situación que los había esclavizado. Luego de muchos años, el desarrollo humano sería libre y la ciencia notaría debidamente el hecho de que la época pasada había estado marcada por la confusión intelectual y la distorsión de los poderes humanos bajo presión extrema. De hecho, las masas mismas se darían ahora cuenta de que lo que habían dicho y hecho antes e incluso que lo que habían pensado en secreto era pervertido y falso. Pero ¿cómo podía la ciencia saber o notar estas cosas en ese tiempo? La actividad del científico es encontrar hechos, no permitirse visiones proféticas. Según el científico, las predicciones científicas rara vez tratan acerca de “cambios significativos” porque carecen del material de observación. “Debemos esperar la emergencia de un nuevo fenómeno antes de que podamos encontrar nuevas leyes que lo rijan”. Los grupos e individuos activos que trajeron este cambio, sin embargo, tendrían una relación diferente con la teoría. No se movieron en una sucesión ininterrumpida de científicos a hombres de acción y de vuelta a científicos. Su pelea contra el status quo combinó la verdadera unidad de la teoría y la práctica. Fijando sus ojos en una vida mejor pudieron ver a través de la decepción del orden establecido. Su acción específica estaba contenida en su modo de percepción, del mismo modo que la praxis de una sociedad defectuosa estaba incrustada en su ciencia equivocada. Aún en la percepción sensible continuaron siendo agentes activos y conscientes. Nada de la fanfarria registrada en los protocolos había escapado a su atención penetrante. Pudieron ver a través de todo.

La dialéctica también toma nota del material empírico con el mayor de los cuidados. La acumulación de hechos solitarios puede ser de lo más incisiva si el pensamiento dialéctico los manipula. Dentro de la teoría dialéctica tales hechos individuales siempre aparecen en una conexión definida que penetra en cada concepto y que busca reflejar la realidad en su totalidad. En la metodología empirista, por otro lado, el concepto y el juicio están aislados y son auto-subsistentes; son ladrillos individuales que pueden ponerse juntos, intercambiarse y remodelarse parcialmente. Este tratamiento destruye el significado en todos los casos excepto en aquellos excepcionales en los que ocurren los enunciados obvios y triviales o aquellos que no involucran ni problemas sociales ni históricos. Cuando el pensamiento tiene que producir un dibujo de las cosas vivientes en las que las funciones de las partes individuales y el todo se hacen claras solo al final del proceso intelectual, el empirismo falla completamente. El pensamiento dialéctico integra los constituyentes empíricos en estructuras de experiencia que son importantes no solo para los propósitos limitados para los que sirve la ciencia sino también para los intereses históricos con los cuales el pensamiento dialéctico está conectado.

Opuestamente a la práctica de costumbre, el individuo que es consciente de sí mismo no enfoca su atención meramente en la posibilidad de predicciones definidas y resultados prácticos: los requisitos universales de la ciencia natural. Cuando un individuo activo con buen sentido común percibe el estado sórdido del mundo, el deseo de cambiarlo se convierte en el principio guía por el que organiza los hechos dados y les da forma en una teoría. Tanto los métodos y las categorías como las transformaciones de la teoría pueden ser entendidos sólo en conexión con su toma de partido. Esto, a su vez, revela tanto su buen sentido común como el carácter del mundo. El pensamiento correcto depende tanto de una correcta disposición como de una correcta disposición del pensamiento correcto.

El significado de la teoría para el individuo que actúa conscientemente es muy diferente de su significado para el científico empirista. Para este último, las formas teóricas son convenciones que han de ser tomadas de la práctica científica imperante. Sin embargo, donde el pensamiento llega más allá de la composición dada de la vida social, el esquema teórico no está dado a priori, sino que es un constructo de elementos empíricos que conscientemente reflejan la realidad tal como es observada desde el punto de vista de los intereses de largo alcance del individuo. Los procesos de construcción y presentación conectados con sus indagaciones son elementos apropiados de conocimiento. En la física, de acuerdo al empirista, un cuerpo es una “cadena de eventos, conectados por ciertas conexiones causales que tiene una unidad suficiente para merecer un único nombre ”. 35

El uso de tales nombres es, entonces, una “taquigrafía conveniente” y hay poco desacuerdo en cuanto a qué está conectado precisamente por el. Un vistazo a nuestro mundo humano, sin embargo, indica que los puntos de vista relacionados con las relaciones causales, la unidad y la conveniencia de expresión no coinciden tan prolijamente como lo hacen en la física. El individuo que actúa autónomamente discierne la unidad y la interdependencia donde la conciencia servil percibe solo disparidad, y viceversa. Sin embargo, donde la primera encuentra unidad en su lucha, por ejemplo, en el sistema de opresión y explotación antes mencionado, esta “cadena de eventos” es vista no como una “taquigrafía” y una ficción sino como una amarga realidad.

En la teoría dialéctica, el hecho de que el interés subjetivo en el desarrollo de una sociedad como un todo cambia continuamente en la historia no es considerado como un signo de error, sino como un factor inherente del conocimiento. Todas las concepciones básicas de la teoría dialéctica de la sociedad tales como sociedad, clase, economía, valor, conocimiento y cultura son parte integrante de un contexto teórico dominado de principio a fin por intereses subjetivos. Las tendencias y contra-tendencias con las cuales se constituye el mundo histórico representan desarrollos que no pueden ser comprendidos sin la voluntad de una existencia más humana, una voluntad que el sujeto debe experimentar, o mejor producir, dentro suyo. El empirista ni siquiera admitiría estas tendencias y contra-tendencias como Ballungen 36 a través del cual conecta usualmente los conceptos del lenguaje “vulgar” con sus fórmulas. La organización y constitución del hombre, que luego de la dramática transformación en nuestro país imaginario incluso el empirista reconoció como una forma de organización verdadera del hombre (aunque debe desdeñar este modo de expresión), determinó la conciencia de los grupos participantes incluso durante la lucha que llevó a tal transformación.

Estos grupos no tuvieron que afirmar un solo hecho que no podía ser empíricamente probable, siempre que estuvieran guiados por el interés correcto. El conocimiento racional no contradice los hallazgos comprobados de la ciencia; a diferencia de la filosofía empirista, sin embargo, se niega a terminar en ellos.

La filosofía empirista podría muy bien ofrecer el recordatorio de que la libertad conseguida en nuestro país imaginario realmente existe solo en nuestra imaginación. Ya se ha mencionado el punto crucial que la ciencia empírica no nota, es decir, el interés común y la idea de una existencia verdaderamente humana. El empirismo declara que tales ideas surgen de la confusión de los deseos personales, las creencias morales y los sentimientos con la ciencia; considera que la estricta separación de los valores con la ciencia es uno de los logros más importantes del pensamiento moderno. El empirismo además sostiene que otros objetivos pueden ser establecidos junto con la voluntad de libertad y que no es el trabajo de la ciencia decidir cuál de estos es correcto. Sostendría que antes de que aquellos que estaban comprometidos en la lucha habían obtenido su meta, el interés que dio forma a sus ideas y a toda su teoría no era diferente de otros deseos y que no era en modo alguno superior a ellos. La concepción de una teoría gobernada en su totalidad por un interés, concluye este argumento, es incompatible con la ciencia objetiva.

Los economistas y otros cientistas sociales ya a mediados del siglo diecinueve construyeron sus teorías y sistemas con la perspectiva de una evolución favorable de la raza humana. Los cientistas puros de las décadas recientes, sin embargo, no tomaban tales consideraciones en cuenta. Expulsando de sus mentes todos los impulsos de conciencia social, se dejaron guiar en su trabajo solo por sus impulsos inconscientes. Reciben sus problemas y aprenden la dirección en las cuales se examina que sus soluciones y “predicciones” apuntan desde el estatus de su ciencia y desde la condición del humor académico o público. Estos apologistas recientes de la libertad de los juicios de valor (Wertfreiheit) glorifican el hecho de que el pensamiento tiene un rol subordinado, que ha caído al nivel de una sirvienta de los objetivos predominantes de la sociedad industrial con su extremadamente dudoso futuro.

Los poderes dominantes pueden usar el pensamiento que ha renunciado a cada función determinativa. Y los científicos, cuya interpretación despectiva de los valores expresa tal renuncia, los ayudan. Prometen ajustarse ignorando la dirección a la cual los llevan los pasos individuales de las reflexiones teóricas y sosteniendo que tal indiferencia es equivalente al rigor científico. Su posición es comparable a la de los ciudadanos de un estado tiránico que sostienen que la resistencia silenciosa de su yugo es fidelidad y lealtad a sus gobernantes. 37

El rigor intelectual es tan importante para aquellos que ven las condiciones desde el punto de vista del interés consciente como para aquéllos que buscan eliminar el interés de sus consideraciones. No hace falta ni una palabra para probar que hay un tipo de partidismo intransigente que clarifica la situación histórica. Por otro lado, la adhesión estricta a lo que se da, aunque puede haber sido la fuente de los logros en los departamentos especiales de ciencia, tiende a evitar la percepción de los asuntos sociales y humanos. Cuando el pensamiento dialéctico, que anticipa la aniquilación de la raza humana en las guerras y la barbarie sin fin se hace responsable de hablar del interés general para separar lo que es importante de lo que no lo es y para construir sus ideas bajo este cristal, no siempre encuentra un apoyo inquebrantable para sus enunciados. Sus dificultades son mayores porque la masa de gente todavía está ciega y lista a repudiar a cualquiera que piense o actúe en su nombre.

Los empiristas a menudo observan que no hay una diferencia esencial entre la física y la teoría social, excepto que esta última no ha avanzado todavía como la primera. Es verdad que el mismo espíritu de armonía no prevalece entre los teóricos sociales como lo hace entre los físicos. No se sigue, sin embargo, que la formación de los conceptos en la teoría social tiene que ser postergada indefinidamente y que categorías tales como el interés común, el encadenamiento de las capacidades humanas, la felicidad y el crecimiento no tienen nada que ver con la ciencia. Hay razones muy básicas para el hecho de que la teoría social está acompañada por la vacilación y la duda. En la física, la selección del material y de los conceptos puede ser acometida con calma. Pero en la ciencia social, la misma actividad precisa de decisión consciente ya que de otro modo todo queda en un estado de falsa objetividad. Algunas escuelas sociológicas contemporáneas están en ese estado. Es porque la concepción empirista de la verdad no está relacionada con algún interés o deseo subjetivo para una sociedad racional que no posee la certeza que tal interés debe implicar. Degrada el conocimiento al nivel de una profesión burguesa cuyos miembros ayudan a registrar, sistematizar y reproducir la experiencia del hombre común.

Cuando nueve décimas de la gente está de acuerdo con que ve espectros a plena luz del día y tilda a grupos sociales inocentes de diablos y demonios, cuando exalta transgresores a la oficina de los dioses, en otras palabras, cuando prevalece un estado de confusión desesperado, un estado que usualmente precede la desintegración de la sociedad, está claro que la concepción empirista del conocimiento es fundamentalmente incapaz de comprobar la propagación de tales “experiencias” y de criticar “el conocimiento ordinario”. Cuando una multitud irreflexiva está loca, una filosofía irreflexiva no puede ser sana. Además, los empiristas no han sido nunca inmunes completamente al espiritismo. 38

Y esta es la escuela filosófica que arremete contra la metafísica.

Se ha mencionado más de una vez en las páginas precedentes que el empirismo moderno y el tradicional son distintos. La nueva escuela del empirismo ha insistido frecuentemente que va más allá del tipo tradicional.


...el conocimiento lógico no es derivable solamente de la experiencia y la filosofía del empirista puede por lo tanto no ser aceptada en su totalidad a pesar de su excelencia en muchos temas que están fuera de la lógica. 39


Las proposiciones de la lógica formal y de la matemática no pueden, entonces, derivarse de los datos empíricos. Como el empirismo lógico reconoce que estas ciencias formales constituyen su campo particular de interés sin insistir, como lo hizo John Stuart Mill, en reducirlas a los datos de la experiencia, se considera a sí misma como una escuela propia. Este nuevo tipo de pensamiento, que se distingue del mero establecimiento de los hechos, es bastante discreto de cara al orden existente de las cosas. Fiel a su origen, la lógica tradicional siempre ha tratado de abarcar las cualidades más universales de ser dentro de principios fundamentales; la lógica moderna, por otro lado, declara que no abarca nada, que está completamente privada de contenido. Se supone que sus enunciados no revelan absolutamente nada de la realidad. Más bien, tanto el sistema entero de la lógica como el de la matemática (que es una parte de la lógica según Russell y Whitehead) es meramente un sistema extensivamente diferenciado de enunciados sobre conceptos, juicios y silogismos del tipo utilizado en la ciencia y la vida cotidiana.

De acuerdo con Russell, la función de la lógica es investigar estos elementos lógicos y, más aún, establecer un sistema fundacional para las variadas formas de juicio. Esta lógica se llama formal porque los elementos simbólicos son manipulados sin tener en cuenta su relación con la realidad, es decir, sin considerar la cuestión de la verdad o la falsedad.

Los escritos en el área a duras penas dejan claro cómo la forma debe ser determinada separadamente del tema en cuestión. Como regla general, el procedimiento es el siguiente: se citan varios ejemplos en los cuales es generalmente bastante claro que se denotan hechos o entidades diferentes; entonces se expresa que lo que permanece igual en todos los ejemplos a pesar de estas diferencias es la forma, mientras que lo que cambia es el contenido. Por otro lado, se citan proposiciones en las que no hay problema en considerar el hecho de que el objeto denotado es el mismo; en este caso lo que varía es designado como la forma. Luego de haber dado ejemplos de diversas proposiciones relativas a Sócrates en las cuales el sujeto, Sócrates, sigue siendo el mismo, Russell dice:


Tomemos, digamos, la serie de proposiciones “Sócrates tomó cicuta”, “Coleridge tomó cicuta” “Coleridge tomó opio”, “Coleridge comió opio”. La forma se mantiene inalterada en toda la serie, pero todo sus constituyentes se alteran. Por lo tanto, la forma no es otro constituyente sino la forma en que se combinan los constituyentes. 40


A través del análisis de los elementos formales de la ciencia, entonces, la lógica ofrece la posibilidad de descubrir las oscuridades conceptuales y las contradicciones aparentes, de sacar a la luz las alternativas que pasaron desapercibidas antes y de reemplazar las construcciones teóricas complejas por otras más simples, de establecer formas diversas de expresión en armonía entre ellas en las diferentes ramas de la ciencia, en en la misma rama, y de crear una mayor uniformidad. Como en la matemática, utiliza símbolos para todos los elementos formales e incluso intenta utilizarlos para todas las operaciones. La lógica trata algebraicamente con enunciados expresados simbólicamente, en particular en el silogismo, y evita entonces muchos malos entendidos y promueve la claridad. Con gran orgullo la lógica dice de sí misma que en ningún lugar aumenta el depósito de material del conocimiento en el sentido en el que las ciencias especiales en forma actual lo hacen. Su objetivo es ayudar a las ciencias a formular sus resultados y a alcanzar acuerdos mutuos. Su programa, por decirlo de algún modo, consiste en “racionalizar” la investigación científica. Según Carnap, “No hay filosofía como una teoría o un sistema de proposiciones especiales junto a aquéllas de la ciencia”. 41 Sería entonces un error suponer que la suma de la lógica cambia en modo alguno el carácter general del empirismo.

La interpretación de la lógica como un sistema de formas lingüísticas vacías de contenido pronto muestra, sin embargo, ser cuestionable y es abandonada rápidamente en la lucha con la metafísica. La separación de la forma y el contenido no puede llevarse a cabo. La idea de que es posible hacerlo sin recurrir a consideraciones extra-lógicas termina siendo una ilusión. Parece plausible en la física teórica, donde se origina la separación, porque lo “dado inmediatamente” entendido como una percepción aislada juega un papel menor en comparación con el complicado proceso de formular y reformular leyes. En el mundo social, sin embargo, no es un accidente que esta bifurcación pueda ser solamente apoyada por los más fútiles ejemplos ya que, en las ciencias sociales, la conexión con los juicios y las decisiones materiales se demuestran desde el comienzo. Cada expresión del lenguaje tiene un significado definido. Cada juicio es un símbolo compuesto y cada símbolo individual en él se correlaciona ya sea con una entidad definida o con una indefinida. Los juicios pueden, por lo tanto, ser tratados de la misma manera que cualquier otra cosa definida; uno puede sacar y reemplazar elementos, sustituir a Coleridge por Sócrates y así sucesivamente.42 A fin de no destruir el carácter del juicio y reemplazarlo con construcciones asignificativas, es necesario observar ciertas reglas al sustituir los símbolos. La elaboración de un sistema tal de reglas fue impulsado primariamente por las dificultades lógicas encontradas dentro de la matemática y ahora forma un departamento especialmente cultivado de la lógica moderna. El proceso de determinar, sin embargo, si la combinación de símbolos ha de llamarse inter-significante o no (es decir, el proceso de distinguir entre un enunciado significativo y una combinación de sonidos asignificativos) no puede separarse de una decisión concreta con respecto al problema material. Prevalece la noción de que el lógico meramente necesita ir donde están sus colegas en otros departamentos de ciencia o, tal vez, donde están los periodistas y los hombres de negocios para recoger hechos establecidos de los cuales luego puede abstraer el concepto de forma en la tranquilidad de su estudio. Esta idea falaz reduce la lógica a un tipo de pensamiento que está estrictamente limitado a los sistemas clasificatorios autorizados de la ciencia y solo explora las relaciones entre concepciones fijas.

El tipo de pensamiento por el cual las concepciones fijas se incorporan en las construcciones en las cuales asumen significados específicos no es accesible al lógico formal. Cuando juzga los asuntos humanos, está limitado a los elementos y relaciones triviales. En la ciencia como en la vida cotidiana encuentra, además de las fórmulas matemáticas, innumerables oraciones cuyos significados son inequívocos aún arrancadas de su contexto. Las concepciones contenidas en estas oraciones pueden claramente remontarse a sus “concepciones de origen”. Estas, a su vez, pueden remontarse a experiencias que pueden repetirse por cualquiera en cualquier momento. Las experiencias referidas tratan acerca de cualidades y estructuras que son más o menos indiscutibles. El enunciado, “Los artrópodos son animales que tienen cuerpos y miembros articulados y corteza quitinosa” tiene incuestionablemente un significado en tanto enunciado de la zoología. El significado de otras oraciones tales como “Humboldt viajó por América” o “Tommy está resfriado” no presentan problemas. Nos encontramos con dificultades, sin embargo, apenas aseveramos que una decisión judicial es justa o injusta, que un hombre tienen un nivel intelectual alto o bajo o si enunciamos que una forma de conciencia precede a otra, que una mercancía es la unidad de valor de uso y de cambio o si declaramos que lo real es racional o irracional. La validez de estos juicios no pueden comprobarse recurriendo a estudios estadísticos, sean entre gente común o entre intelectuales. Aquí, la experiencia, el “dado”, no es algo inmediato, común a todo e independiente de la teoría, sino que está mediada por el conocimiento en el cual las oraciones aparecen, aún cuando la realidad a la que esta configuración refiere existe independientemente de la conciencia. La relación precisa de este todo teórico con el hombre y con el mundo dado no pueden determinarse definitivamente. Al igual que el lenguaje cotidiano y el lenguaje de los sistemas clasificatorios representan unidades históricas específicas, las producciones intelectuales , aunque pueden coincidir con aquellos sistemas en muchas características generales, tienen su propia estructura e historia peculiar. La forma en que lo dado está mediado por el pensamiento, la manera en que las conexiones entre los objetos se revelan, se diferencian y se transforman, la estructura lingüística en la cual se expresa la interacción del pensamiento y la experiencia, es el modo de presentación o el estilo. Este es un obstáculo insuperable para la lógica formal.

El desarrollo de la ciencia natural influye sobre la percepción también. La teoría de la relatividad, por ejemplo, es un factor importante para transformar la estructura de la experiencia, si la experiencia incluye el mundo de la percepción de la vida cotidiana también. Sin embargo, dentro de su propio campo, es decir en la física, la estructura de la experiencia científica, en tanto sea considerada aislada del pensamiento, no podrá ser cambiada por la teoría de la relatividad: continuará siendo un cuerpo de observaciones “atómicas”. Este estado es inherente a la física como una rama aislada de la ciencia y no es perjudicial en lo más mínimo para la significación de sus teorías; va solo en detrimento de la lógica empirista que ve tales logros nuevos desde una prudente distancia de la existencia individual y la práctica social, y luego procede a designar ciertos elementos de esos logros como prototipos del conocimiento.

La lógica moderna desestima completamente esta relación. Sus logros tienen referencia puramente a la racionalidad práctica, a un tipo de pensamiento típico de la reproducción de la vida en su forma dada. Su estructura entera y todas las leyes formuladas a través de ella están consagradas a este fin. 43 La lógica moderna debería, sin embargo, tener cuidado en asumir una actitud crítica hacia las concepciones que no sirven a este fin. Declara que define los principios que resultan de la comparación y la correlación sistemática de las ideas familiares como la forma del pensamiento. El único ítem objetable es su uso cuestionable del término “pensamiento”. No hay razón para restringir la designación “pensamiento” a aquellas instancias de las cuales la lógica elige sus ejemplos. Si la hubiera, la aserción de que las proposiciones de la lógica son tautologías tendría alguna justificación. Designamos como pensamiento a un cierto complejo de fenómenos. Si estamos confrontados entonces con una construcción de pensamiento de una estructura peculiar y de un diseño singular tendríamos que, de acuerdo a los métodos de la vieja ciencia natural, reformular nuestro concepto de pensamiento, por ejemplo, tomarlo como una especie de un género más amplio. En un caso de este mismo tipo, sin embargo, el empirista lógico invocaría su opción a rechazar enunciados protocolares perturbadores. Su proceso es seleccionar ciertas ideas de antemano y designarlas como tan únicas, verdaderas y genuinas como contra todas las otras ideas, muchas de las cuales han jugado y todavía juegan un rol importante en la historia humana. De este modo su lógica deja caer el rol de la tautología y demuestra la parcialidad de su posición, una parcialidad totalmente contraria a los principios de empirismo.

Se vuelve evidente que los dos elementos del empirismo lógico están solo superficialmente conectados. A pesar de algunas innovaciones (por ejemplo la teoría de tipos cuyo valor, a pesar de la gran cantidad de ingenio invertida en ellos, es dudosa), la lógica simbólica es idéntica a la lógica formal en puntos esenciales. Consecuentemente, lo que está abierto a la objeción en una es igualmente objetable en la otra. La “forma” es una abstracción derivada de un material de concepciones, juicios y otras construcciones teóricas restringidas con respecto al tipo y extensión. Si una doctrina lógica reivindica ser lógica como tal, con eso abandona el formalismo ya que sus enunciados adquieren entonces significado material y lleva a consecuencias filosóficas de largo alcance. Característicamente, sin embargo, la lógica moderna no sabe esto y su ignorancia es lo que la distingue de la lógica material de Aristóteles y de la de Hegel que tan agriamente ataca. Por otro lado, si cualquier tipo de lógica se abstiene reivindicar la universalidad (la reivindicación está , sin embargo, históricamente asociada con el nombre mismo de la lógica) al prohibir explícitamente que sus proposiciones reciban un molde normativo o, peor aún, al negarles que cualquier conclusión crítica sea extraída de ellas, pierde su carácter filosófico y especialmente el metafísico que asumió en el empirismo. De hecho, la lógica y la matemática siempre han constituido dificultades irresolubles para los sistemas empíricos. Los intentos de John Stuart Mill y Ernst Mach de deducir proposiciones lógicas de datos dudosamente psicológicos fueron fracasos manifiestos. Hume tuvo la sabiduría de no intentar tal deducción de proposiciones matemáticas y otras relacionadas. Por esta misma razón, sin embargo, las relaciones evidentes de las ideas existen codo a codo con los hechos empíricos en sus trabajos de un modo tal que que sus interrelaciones no se vuelven claras. Para Berkeley, la matemática era una plaga solo cercana al materialismo, como lo demuestran su Analyst y otros escritos. Opuso abierta y firmemente su empirismo a los desarrollos de la ciencia moderna y se declaró a favor de la Biblia y del sentido común, sin contar con el beneficio de la matemática moderna. De hecho, puso seriamente en peligro los comienzos de la matemática moderna. La separación rígida entre conocimiento racional y sensorial, inherente a todo el empirismo, se impuso de un modo familiar en la carrera filosófica de Berkeley: pasó del empirismo al platonismo. Los lectores del Ensayo de Locke, luego de ser instruidos en el empirismo en los tres primeros libros, siempre se han asombrado frente al giro sorprendente del cuarto. La moralidad y la matemática están representadas como independientes de la experiencia, aunque válidas para ella. Los trabajos fundamentales de la temprana doctrina empirista contienen la misma contradicción entre la concepción empírica de la ciencia y los elementos racionales encontrados en ella tal como está contenida en la variedad más moderna que reúne los dos extremos de esta contradicción en el nombre mismo que asume.

Cuando la lógica formalista moderna se encuentra con constructos teóricos que, en un todo o en sus partes separadas, no encajan en su concepción de pensamiento, no pone en cuestión la universalidad de sus propios principios sino que desafía el objeto refractario, cualquiera puedan ser su constitución o cualidades. Los seguidores de este sistema dicen que está mal considerar a la actividad de pensar como un “medio para saber algo que debe tener validez incondicional en todo momento y en todas partes del mundo”. 44 Se niegan constantemente a conceder cualquier “poder ejecutivo” al acto de pensar. Al mismo tiempo, sin embargo, exigen que todo acto de pensar debería estar de acuerdo con los criterios empíricos.

Como se ha demostrado, esta posición filosófica en virtud de su misma naturaleza no puede poseer una sola arma legítima para combatir cualquier forma de engaño masivo una vez que esta última ha atraído suficientes seguidores. La creencia en la brujería fue combatida en su momento por medio de una filosofía racionalista estricta. Frente a un gran número de enunciados protocolares referidos a la existencia de las brujas, los empiristas no habrían incluso sido capaces de recurrir a la improbabilidad. Los empiristas consideraban a Aristóteles, a Kant y a Hegel como los locos campeones del mundo y a sus filosofías como un vacío filosófico por razones no más valiosas que el hecho de que sus ideas no encajaban en el sistema de la logística y de que su relación con los “conceptos fundamentales” y con las “experiencias primitivas” del empirismo eran problemáticas. La superficialidad y el atrevimiento con las que los nuevos empiristas juzgan los productos de la actividad intelectual corren parejas con una actitud hacia la cultura que de vez en cuando encuentra una expresión práctica en las sublevaciones nacionalistas y las hogueras asociadas con ellas, aunque tales demostraciones pueden de hecho ofender a los empiristas personalmente. Russell se topó con la Lógica de Hegel y descubrió que la lógica y la metafísica se identifican en este sistema. Lo explica como sigue:


Hegel creía que, por medio del razonamiento a priori, podía mostrarse que el mundo debe tener varias características importantes e interesantes, ya que cualquier mundo sin estas características sería imposible y auto-contradictorio. Por lo tanto, lo que el llama “lógica” es una investigación de la naturaleza del universo en la medida en que esta puede ser inferida meramente del principio que enuncia que el universo debe ser lógicamente auto-consistente. Yo mismo no creo que solo de este principio pueda inferirse algo importante con respecto al universo existente. Pero, sea como sea que esto pueda ser, no debería considerar al razonamiento de Hegel, aún si fuera válido, como perteneciente propiamente a la lógica…


Además, Russell sostiene que la lógica de Hegel no es más que lógica tradicional que Hegel “acríticamente… adoptó en todo su razonamiento”. 45

Russell tiene una percepción muy aguda de la casta mental del filósofo típico:


Las paradojas aparentemente probadas por su lógica [la del no empirista] son realmente las paradojas del misticismo y son el objetivo que el siente que debe alcanzar si ha de estar de acuerdo con la percepción. Es de este modo que la lógica ha sido seguida por aquellos de los grandes filósofos que eran místicos, en especial Platón, Spinoza y Hegel. Pero como usualmente dieron por sentada la supuesta percepción de la emoción mística, sus doctrinas lógicas se presentaron con una cierta aridez…


Y continúa en ese tono. No puede perdonar a estos filósofos porque “han seguido siendo (para usar una palabra útil del señor Santayana) ‘maliciosos’ con respeto al mundo de la ciencia y el sentido común”. 46

El libro en el cual se citan estos párrafos y los escritos más recientes de Russell expresan una opinión popular. Los escritos del círculo de Viena, por otro lado, emiten los mismos juicios de un modo estricto e intransigente. Carnap comenta:


Cuando está sometida al escrutinio implacable de la lógica moderna, toda la filosofía en el sentido tradicional de la palabra, sea que siga a Platón, a Tomás, a Kant, a Schelling o a Hegel o sea que busque construir una nueva “metafísica del ser” o una geisteswissenschaftliche Philosophie prueba no solamente ser falsa sino ser lógicamente insostenible, es decir, prueba que no tiene sentido. 47


En contraste con otros filósofos que han recibido solamente una palabra despectiva porque no suscriben al empirismo lógico, Kant ha sido distinguido con una refutación completa a manos de Reichenbach. Poco quedó de Kant luego de que Reichenbach acabara con el. Su Crítica de la Razón Pura fue notable “en su efecto”. Estaba destinada a explotar la lógica leibniziana. “Hoy, nosotros los lógicos somos completamente conscientes de que esta crítica ha sido largamente refutada por hechos incontrovertibles”. 48

Entre las concepciones que el empirismo no comprende pero ataca de todos modos es la tesis de que la verdad no es un juicio aislado sino que en cada caso es un todo de conocimiento. Como regla, los lógicos matemáticos no atacan a Hegel en este punto pero dirigen su atención a su discípulo inglés Bradley. El siguiente párrafo es un buen ejemplo de los fundamentos con los que lo critican:


Las verdades descubiertas por las ciencias especiales no están relacionadas entre sí de un modo tal que si se las toma unitariamente son solo relativas, es decir, que cada una es solamente un aspecto de la verdad y debe ser suplementada por todos los otros aspectos a fin de ser realmente verdadera. Tal convicción, sostenida por muchos filósofos, tales como Bradley, ofenden seriamente la lógica. (La torpeza consiste, por ejemplo, en su creencia de que tienen derecho a decir “No es tan verdadero que hace frío sino que es parcialmente verdadero” en lugar de simplemente decir “Hace más bien frío”). De hecho, sin embargo, cada enunciado al que se ha llegado sin error es en sí mismo completamente verdadero; es parte de la verdad total y no meramente de una aproximación a, o solamente un aspecto de ella. (Si contuviera un error, sin embargo, es simplemente falsa y en consecuencia no es un aspecto de la verdad). 49


A estos enunciados les falta definición en el punto más vital, o sea, cuando se refieren a los errores. La equivocación ingenua de los lógicos matemáticos es especialmente evidente en su concepción de que cada juicio en cualquier línea de pensamiento debe ser de la misma naturaleza que el que expresa el hecho relativamente simple de que hace frío. Sostienen que cualquier teoría, o para el caso cualquier todo intelectual, es un compuesto de juicios simples cuya verdad podría ser determinada individualmente e independientemente del todo, tal como1 en el caso de la temperatura. En muchos ejemplos muy importantes, al menos, es imperativo conocer el todo y el contexto antes de que se tome cualquier decisión válida. Esta percepción obtenida puede entonces ser expresada en una simple oración como, por ejemplo, la formulación de Hegel de que la verdad es el todo. A fin de comprender tal percepción, sin embargo, no es suficiente como en el juicio “Hace más bien frío” apelar al nivel promedio de educación o asumir un metabolismo normal. El pensamiento tal como está expresado en una formulación filosófica general caracteriza una conciencia que ha pasado realmente a través de una serie de reflexiones que la llevan a ese pensamiento. Lo que ella entonces sabe es, si uno insiste, simplemente tan “empírico” como una percepción simple. La diferencia yace en el hecho de que el pensamiento está más activamente involucrado en el logro que en el enunciado “Hace más bien frío”. Esta idea está expresada por Hegel en la aserción “el absoluto ha de ser interpretado como resultado”. La concepción de Hegel se sostiene no solo para el conocimiento absoluto, cuyos problemas no son tan fácilmente desestimados como piensan los empiristas sino también para la mayoría de las teorías que apuntan más allá del orden vigente. La lógica dialéctica hace referencia al pensamiento involucrado en la interpretación de la realidad viviente, al pensamiento en proceso y no solamente a la expresión estática.

Esta lógica no es una “física del lenguaje” sino conocimiento material en sí mismo, considerado bajo el aspecto de su presentación. Schlick y Russell consiguen poco cuando ordenan oraciones tales como “Hace más bien frío”(It is rather cold) y “Tommy tiene un

resfrío”(Tommy has a cold in the head)* 50 contra la filosofía de Bradley. Su exigencia a

menudo repetida de que los filósofos deberían superar su “aversión instintiva” 51 y estudiar la logística debe ser opuesta al recordatorio de que antes de refutar a la dialéctica uno debe por lo menos conocer sus rudimentos. El punto de vista, “que es sacudir a la filosofía anterior hasta sus cimientos” 52 no puede encontrarse en las concepciones erróneas primitivas exhibidas por los empiristas modernos. Esto es todavía más verdadero porque no solo la logística sino cualquier otra teoría carece de la habilidad de derribar su vieja filosofía, sin importar cuán exhaustivamente combatía su familiaridad con las tradiciones. La filosofía idealista o la metafísica no pueden ser “sacudidas hasta sus cimientos” por un mero rechazo teórico. Tampoco pueden ser negadas simplemente por “darle la espalda a la filosofía y, apartando la cabeza, mascullar una frases enojadas y banales sobre ella”. 53

La armonía y la existencia significativa, que la metafísica designa erróneamente como la verdadera realidad en contra de las contradicciones del mundo fenoménico, no carecen de significado. Las fuerzas económicas poderosas le dan la bienvenida a una filosofía que

profese desconocer qué hacer con estas concepciones y por esa razón prefiere atenerse a los

hechos: una filosofía que decide no hacer ninguna distinción esencial entre la conspiración de los déspotas brutales contra toda la aspiración humana a la felicidad y la libertad, por un lado, y las luchas para vencer a esos tiranos, por el otro; una filosofía que reduce a ambas al concepto abstracto del “dado” e incluso glorifica tal conducta como objetividad. Estas fuerzas esperan que el científico les provea los medios técnicos para perpetuar el orden establecido y, particularmente, para mantener una economía de guerra que ha convertido durante mucho tiempo la paz en su opuesto. La gran sección de la clase media que ha sido empujada a un segundo plano por el libre juego de las fuerzas económicas debe o tomar partido por estos grupos económicos poderosos o permanecer en silencio y contener cualquier opinión sobre asuntos vitales. El pensamiento renuncia a su demanda a ejercitar la crítica o a plantear tareas. Sus funciones de puramente registrar o calcular se alejan de su espontaneidad. La decisión y la praxis se plantean como algo opuesto al pensamiento: son “juicios de valor”, caprichos privados o sentimientos incontrolables. Se declara al intelecto conectado solo exteriormente, como mucho, con los intereses conscientes y con el curso que pueden tomar. No hay conexión cualquiera sea con la Idea. El pensamiento y la voluntad, las partes del proceso mental, están divididas conceptualmente. Lógicamente, no puede haber objeciones a este último procedimiento. Lo que es muy fuertemente objetable desde el punto de vista de la lógica, sin embargo, es el intento de establecer estas abstracciones como departamentos rígidos en lo que la razón debe ser dividida para que la función del pensamiento serían mero cálculo, mientras que la elección o decisión sean el reino exclusivo de la voluntad. Las objeciones serían pertinentes incluso si algunos exponentes de este rigor equivocado concediera que la voluntad puede “hacer uso de” los hallazgos del pensamiento. En vistas al hecho de que los poderes económicos dominantes usan tanto a la ciencia como a toda la sociedad para sus fines especiales esta ideología, esta identificación del pensamiento con las ciencias especiales, debe llevar a la perpetuación del status quo. Con su creciente impotencia en Europa durante las últimas décadas los grupos de clase media mencionados más arriba, cuya conciencia está mejor descripta por esta filosofía, han llegado a considerar el orden establecido como el natural. Enfrentados a la intensificación de este orden en los estados autoritarios, aceptan la pureza defendida por el empirismo lógico como una actitud teórica dada. (Ya que su actitud bárbara hacia el lenguaje hace que pierdan los significados reales de las palabras, el empirismo lógico fracasa en ver las conexiones más profundas entre la glorificación de la calidad aislada de la pureza (Sauberkeit) y la necesidad de una purga (Säuberung) a las que los estados autoritarios les hacen las más espantosas concesiones. Su error es lo contrario de lo hecho por una cierta escuela de metafísica que transforma la filosofía en hermenéutica y busca localizar las cosas últimas rastreando el significado original de las palabras. Los empiristas modernos creen que es posible, dado un conocimiento preciso del uso habitual, traducir “fielmente” una lengua viva a una artificial siguiendo ciertas reglas

previamente acordadas. Por lo tanto, sería posible traducir cualquier lengua existente a otra hecha a medida , por ejemplo, dentro del “lenguaje físico” sin perder nada en la transferencia. Sostienen que los conceptos como hombre o capitalismo (siempre que no estén en el Index Verborum Prohibitorum) podrían igual de bien ser expresados por “larifari” o “ruarua”; de hecho, sería preferible a elegir expresiones “neutrales” porque una vez correctamente definidas, las expresiones neutrales evitarían errores de comprensión).

Confundir el cálculo con el pensamiento racional en sí mismo solidifica el aislamiento monadológico del individuo generado por la forma vigente de la economía. Los siguientes ejemplos arrojarán luz sobre esta falacia. Supongamos que existe una prisión con varios cientos de individuos encarcelados de por vida. La prisión consiste solo de un pasillo grande. Las necesidades para vivir son provistas desde fuera. No hay comida suficiente y el número de catres disponibles es demasiado escaso para la cantidad de prisioneros. A algunos de los hombres se les ha permitido tener instrumentos musicales, a otros cantar y gritar de vez en cuando, y de esto resulta un estruendo casi continuo. El prisionero inteligente tendrá que estar alerta para preservar su bienestar. Tendrá que observar a sus compañeros de prisión y estudiar su comportamiento en todos sus aspectos para conseguir su parte cuando llegue la comida. Tendrá que calcular cuándo habrá menos ruido y cuando tendrá las mayores chances de encontrar un catre vacío, luego evaluar cuidadosamente estos factores para determinar cuándo es mejor dormir. Tendrá que dedicarse a la psicología y a la sociología, de hecho, a cada ciencia empírica que le pueda ser útil. Pueden armarse parcialidades, desarrollarse peleas y acordarse compromisos. Los individuos se unirán o separarán de una u otra de estas parcialidades de acuerdo a sus fuerzas o intereses. Al final, pueden someterse a los individuos más fuertes y más brutales simplemente porque no pueden organizar y planificar sus acciones ellos solos. Sus rasgos intelectuales característicos serán la astucia, la racionalidad empírica y el cálculo pero, no importa cuán brillantemente puedan desarrollar sus facultades, representan solamente un tipo especial de pensamiento. Con respecto a los asuntos humanos, el cálculo es un recurso pobre. Podemos concebir formas en las que los poderes mentales de los individuos no tienen meras funciones adaptativas diseñadas para satisfacer las situaciones continuamente cambiantes que resultan de su comportamiento caótico sino que realmente definen y ordenan su vida. Para el prisionero aislado interiormente las luchas diarias por la comida, la actitud beligerante de los otros, el estruendo que se alterna con un silencio relativo son todas fuerzas naturales inevitables que condicionan su vida. No tiene otra elección que someterse a estos hechos de la forma más racional posible: son realidades, del mismo modo que las paredes de la prisión y la cantidad de comida distribuida en la prisión.

Sin embargo, donde el hombre enfrenta circunstancias que no dependen de él y con todo las ve como ajenas e inalterables, su pensamiento está destinado a ser débil y abstracto. Donde hoy no hay más que dependencia, podría haber en cambio una resolución constructiva en tan amplia escala que aún el carácter de la conducta intelectual se alteraría. El pensamiento calculador, el simple pensamiento de “cabeza” (“Verstandes”- Denken) corresponde a un tipo de ser humano que está todavía en un estadio de impotencia relativa, que es todavía pasivo con respecto a los asuntos vitales a pesar de sus rasgos laboriosos. Como resultado, las funciones de administración y regulación se convierten crecientemente en el privilegio exclusivo de los más poderosos. En nuestro mundo bifurcado, adoptan el carácter de la adaptación e ingeniosidad mucho más allá que el de la racionalidad. En tanto el desarrollo de la espontaneidad superior depende de la creación de una comunidad racional, es imposible para el individuo simplemente decretarla. Como puede notarse en el ejemplo de la prisión, el prerrequisito de este objetivo es que el individuo abandone el mero registro y la predicción de los hechos, es decir, el mero cálculo; que aprenda a ver detrás de los hechos; que distinga lo superficial de lo esencial sin minimizar la importancia de ninguno de ellos; que formule concepciones que no son simples clasificaciones de lo dado y que continuamente oriente todas sus experiencias para definir objetivos sin falsificarlos. Brevemente, que aprenda a pensar dialécticamente. El empirismo moderno reunido con la logística es una lógica de mónadas. La crítica contra la causa de su “solipsismo” es completamente justificada. 54

El empirismo lógico fue señalado al comienzo de este estudio como un intento de traer unidad y armonía a las inconsistencias de la conciencia moderna. Mientras que los filósofos neo-románticos pugnaron por conseguir este fin menospreciando a la ciencia, la última rama del positivismo busca llevarlo a cabo hipostasiando las ciencias especiales. Los dos movimientos filosóficos tienen una característica en común. Ninguno percibe la realidad en conexión consciente con una actividad histórica definida, como un cuerpo de tendencias, sino que la toman en su forma inmediata en la cual se presenta. La visión pro-metafísica libera al mundo dado refiriéndolo a un ser signficativo que existe independientemente del cambio social. El cientificismo rechaza todas las categorías metafísicas. Siente la “suficiente vitalidad en sí mismo para afirmar el mundo en su forma actual…” Esto significa que ve a la física como “una ciencia llena de problemas vitales, llena de movimiento interior y de esfuerzos tremendos para encontrar la respuesta a las preguntas que se plantea la mente en su búsqueda por el conocimiento”. 55 El cientificismo romantiza las ciencias especiales cuando declara que las teorías físicas proporcionan pruebas de “que el hombre crece con el conocimiento y lleva en sí mismo las posibilidades de formas de pensamiento que no podía siquiera imaginar en un nivel previo” 56

Mientras que es verdad que la metafísica está equivocada cuando alimenta en la humanidad esperanzas de ofrecerle un ser que no puede ser verificado por medio de la ciencia, también es verdad que la ciencia se vuelve ingenuamente metafísica cuando se asume como el conocimiento y la teoría e incluso llega tan lejos como para menospreciar a la filosofía, es decir, a cualquier actitud crítica hacia la ciencia. Es verdad que cualquier posición que sea manifiestamente irreconciliable con visiones científicas de definidas debe ser considerada falsa. Incluso el pensamiento constructivo debe conseguir mucho de su material de las ciencias especiales, de la física, la geografía, la psicología y demás. Cuando considera un cierto problema, el pensamiento constructivo une concepciones de varias disciplinas independientemente de los límites convencionales. A diferencia de la intuición metafísica absoluta, sin embargo, no ignora o deja de lado por ello sus contenidos, sino que los entrelaza en el esquema correcto para la situación dada. Esta conexión positiva con la ciencia no significa que el lenguaje de la ciencia es la forma apropiada y verdadera del conocimiento. Las porciones de realidad cubiertas por las ciencias especiales están restringidas tanto en cuanto al alcance como al tratamiento en comparación con el nivel de conocimiento alcanzable hoy. Del mismo modo que es inadmisible ir en contra de los resultados probados de la ciencia, es ingenuo e intolerante pensar y hablar solo en la lengua de la ciencia.

Bajo las actuales circunstancias, una lengua que está lo suficientemente presa del pánico como para decir que nada se le revela e incluso para declarar que “la nada nadea” (Nichts selbst nichtes) no parece, a pesar de su parentesco con las fuerzas brutas liberadas del presente, más sensata que el precisionismo seguro de sí mismo que descubre una predicción aún en el juicio de que un hombre murió bajo una terrible tortura. Este precisionismo, como el lenguaje metafísico reciente, no registra el salto cualitativo en la historia y, como el pesimismo abandonado de la metafísica pre-autoritaria, fracasa en cuestionar el orden existente porque mantiene su fe en el progreso lineal. El espíritu sectario de tal creencia armoniosa en el progreso está presente, también, entre aquellas escuelas que siguen empleando lenguas vivas con la reserva superior de que lo que “realmente” intentan es la física aunque trabajen con implementos “brutos” por una cuestión de conveniencia. La ciencia y su interpretación son dos cosas diferentes. Uno de los discípulos de Mach declara, “Los sujetos y los objetos son agrupamientos o manojos de elementos; están compuestos de grupos, que aparecen consecutivamente , de elementos que aparecen simultáneamente”. 57 Este enunciado no ha sido probado por la física, por supuesto, pero es, de todos modos, parte de una visión general unificada a la que sus discípulos adhieren tan estrictamente como los seguidores europeos y norteamericanos modernos del budismo o de la ciencia cristiana observan su canto y sus rituales. La compilación de un Index Verborum Prohibitorum que contiene todas las palabras que algún notorio especialista ha declarado inútiles y la formulación de una lengua unitaria y de una ciencia unitaria, incluso si se concede su utilidad específica, no pertenecen en caso alguno a la ciencia que desea el respeto del pensamiento filosófico.

Si hemos de dar crédito a la opinión de esta escuela, sin embargo, todo esto no viene al caso. Sostienen que la discusión fecunda puede comenzar solamente cuando los problemas limitados de la logística, la sintaxis lógica del habla, o el cálculo de probabilidades son los sujetos. También debe notarse que esta apologética en favor de la restricción, altamente dudosa como lo es en el presente, no pertenece a la ciencia misma sino a la actitud de una secta filosófica que ha hallado la paz en una visión del mundo finita y auto-limitada. De todos modos, su visión del mundo, como la mayoría de las religiones permite a sus adherentes tomar las actitudes más divergentes con respecto a los problemas históricos. Ernst Mach fue él mismo un progresista y muchos de los miembros de su escuela abrazaban ideas liberales. En términos de la enseñanza de la escuela, sin embargo, esta circunstancia es un mero accidente; la doctrina empirista no ofrece un remedio para las supersticiones políticas o espirituales. La honestidad intelectual de las personalidades individuales y la aguda visión mental de ciertos de sus logros científicos no hacen mejores a sus filosofías. Los lógicos matemáticos pueden haber llevado el pensamiento del cálculo al nivel del desarrollo de la industria y la técnica modernas y pueden haber allanado muchas nociones anticuadas, pero su propia interpretación de lo que están haciendo puede, sin embargo, volverse gastada del mismo modo que un fábrica que está totalmente racionalizada y equipada de la forma más actualizada puede contribuir al desorden general y puede perpetuar un sistema obsoleto de caos social. La apelación a una garantía exclusiva de los hechos ha sido tratada extensamente en la Fenomenología del Espíritu de Hegel donde estaba correctamente rotulada como una forma de conciencia contemporánea. Esto ya ha sido tratado más arriba y necesita simplemente notarse aquí. 58

El proceso de adherir a alguna u otra doctrina con el propósito de restaurar la propia paz interior como si los eventos de la historia objetiva no tuvieran nada que ver con el grado de calma interior de un hombre siempre caen en una armonía ilusoria, un proceso de aislamiento del mundo. El resultado es el mismo si los contenidos de la doctrina tranquilizadora son científicos o metafísicos.

Considerados en sí mismos, los problemas que se preservan en la metafísica (aunque en una forma pervertida) así como los resultados de la investigación científica portan elementos del crecimiento cultural. Mientras que es verdad que la humanidad se ha beneficiado con el empirismo porque este último propone la exigencia de que los enunciados sean legitimados por el intelecto, también debe recordarse que muchos de los escritos de los metafísicos contienen una visión más profunda de la realidad de la que puede encontrarse en los trabajos de las ciencias especiales, sin importar cuán bien las últimas se adaptan a las necesidades del presente. Es verdad que la metafísica y la ciencia no pueden considerarse como dos ramas similares del conocimiento. Bergson, que pensó que podían serlo, estaba equivocado. La ciencia es en gran parte una crítica de la metafísica. El positivismo lógico, sin embargo, estigmatiza como metafísico todo pensamiento que trata de clarificar estas relaciones y todas las teorías que dan cuenta críticamente de las ciencias especiales.

Es verdad que la responsabilidad de las condiciones imperantes es compartida con los metafísicos porque han glorificado aquellas condiciones y han desarrollado un modo absurdo de lenguaje. En el nuevo cientificismo, sin embargo, el hombre enmudece y solo habla la ciencia. Debido a la posición media en la sociedad los positivistas ven a sus enemigos en ambos lados. Se oponen al pensamiento sea que se incline hacia la razón o se recline en la metafísica. La defensa de la ciencia contra la teología por medio de un argumento epistemológico y lógico fue un movimiento progresista en el siglo diecisiete. Los filósofos se hicieron campeones de un aspecto del nuevo modo de vida social. En nuestro tiempo, sin embargo, cuando esta forma social ha cambiado hace tiempo su significado para la humanidad, sería evidencia de una interpretación de la situación histórica de lo más ingenua sostener que la única búsqueda intelectual legítima es cultivar el conocimiento especial que pertenece a esa forma social y su modo de producción y que todo lo que excede estos límites es, en principio, teología o alguna otra creencia trascendental, reacción grosera y disparate, para insistir, en otras palabras, que la fuerza de la antítesis no ha sido desplazada y que la cuestión es todavía ciencia versus metafísica y metafísica versus ciencia.

El conocimiento revelado por la ciencia se usa para perpetuar el mecanismo social. Por otro lado, también está movilizado para su derrocamiento. Los esquemas contradictorios en los que por ello se alista han dominado por mucho tiempo la atmósfera intelectual. La ciencia y la metafísica han sido reunidas involuntariamente. El pensamiento o la teoría que se compromete con un futuro más feliz y no con el mundo existente y sus formas señaladas de experiencia debe, sin embargo, surgir del mundo existente. Este tipo de pensamiento naturalmente se ha vuelto raro en el presente periodo de derrota y deflación; su rareza es idéntica a la desilusión que prevalece en todos lados. A pesar de este factor importante los empiristas, incluso los más progresistas entre ellos, reconocerán solo una fuerza hostil contra la que dirigen su lucha. Confundiendo desesperadamente los frentes, estigmatizan a todos como metafísicos o poetas, sin importar si convierten las cosas en sus opuestos o llaman a las cosas por su nombre. Una filosofía que confunde la lógica con la logística y la razón con la física necesita juzgar mal al poeta. El objetivo del poeta no es necesariamente siempre la poesía: puede ser la verdad. Puede fácilmente ocurrir que la poesía, manteniéndose dentro de sus límites como espera el positivismo que haga el conocimiento, se quede muda ante el horror de esta era, tal como la lo está la ciencia.

La metafísica puede estar muy orgullosa de este nuevo ataque sobre ella: se la identifica con el pensamiento.


Notas:


(N.T.: las notas se presentan tal cual como aparecen en el original. En algunos casos fue posible rastrear algunas fuentes en su edición en español).


1. Max Planck, Von Wesen der Willensfreiheit (Leipzig, 1936), p 20 y ss.

2. Planck, op.cit. p. 24.

3. Ibid.

4. M. Fréret, Lettre de Thrasibule à Leucippe (London n.d.), p.23.

5. Bertrand Russell, "The Congress for Scientific Philosophy", Actes du Congrés International de Philosophie Scientifique (Paris, 1936), nro 1, p. 11.

6. Rudolf Carnap, "Die alte un die neue Logik", Erkentniss, I (Leipzig, 1930/31), p. 24. (Versión en español en AYER, A.J., El positivismo lógico, FCE, México pp. 139-152).

7. John Locke, An Essay Concerning Human Understanding, ed. by A.C. Fraser (Oxford, 1894) Introducción, Sec.2, p.27. (Ensayo sobre el entendimiento humano, FCE, México, 2005)

8. David Hume, A Treatise of the Human Nature, ed. por L.S. Selby-Bigge (Oxford, 1928), p. xx. (Versión en español: Hume, D., Tratado sobre la naturaleza humana, Orbis, Madrid, 1984).

9. Cf. Rudolf Carnap, Logical Syntax of Language, tr. Amethe Smeaton (New York y Londres, 1937), p. 319.(Versión en español: Carnap, R., Filosofía y Sintaxis Lógica, Instituto de Investigaciones Filosóficas, México, 1998).

10. Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus (Londres , 1922) p. 21.(Versión en español: Wittgenstein, L., Tractatus logico-philosophicus. Alianza Editorial, Madrid 2009).

11. Carnap, Logical Syntax of Language, p. 318.

12. El empirismo lógico está de acuerdo con la teoría el conocimiento dominante vigente en el hecho de sostener que la resolución del conflicto entre el hecho y la teoría no puede en sí mismo ser teóricamente formulado."Es aquí donde el genio tiene lo suyo" es la explicación ofrecida por Hermann Weyl, Philosophie der Naturwissenschaft, en Handbuch der Philosophie, II (Munich-Berlín, 1927), p. 113.

13. cf. especialmente "Soziologie im Physikalismus", Erkentniss, II(1931) pp. 423-28 y Empirische Soziologie (Viena, 1931), pp. 128-147. (Versión en español en AYER, A.J., El positivismo lógico, FCE, México pp. 287-322).

14. Otto Neurath, "L'Encyclopedie comme 'modele' ", Revue de synthese, XII (1936), p. 188.

15. Las consecuencias filosóficas de considerar las cosas corpóreas en su estado puro (es decir, completamente abstraído de la subjetividad y la praxis humanas) en tanto realidades concretas ha sido discutido por Edmund Husserl en su obra reciente "The Crisis of European Sciences and Trascendental Phenomenology"(1936; trad. por David Carr; Evanston, Northwestern University Press, 1970). Conocí el libro después de que este ensayo ya había sido terminado. Aún cuando esta publicación muy reciente del último gran teórico genuino del conocimiento no trata específicamente del "movimiento fisicalista" ("Círculo de Viena", "empirismo lógico") sino del fisicalismo en general, las hipostasiaciones sobre las que llama la atención son las que han llevado a las nuevas formas de fisicalismo. Todos los factores que hemos estado discutiendo - el objetivismo no critico, la absolutización de la ciencia especial, las muchas afinidades (al menos desde nuestro punto de vista contemporáneo) entre el empirismo y el racionalismo, la neutralización del escepticismo de Hume por parte de sus seguidores- son temas que discute el análisis de Husserl y se hace un intento de explicarlos. A pesar de las grandes diferencias entre la visión de Husserl y la teoría que propongo aquí su libro, con su discusión extremamente abstracta de los problemas, tiene más que contribuir a las actividades históricas contemporáneas que lo que hace el pragmatismo con toda su cacareada relevancia o la escritura o el pensamiento de muchos intelectuales jóvenes, avergonzados de su rol, que supuestamente se dirigen al "hombre de la calle".

16. Rudolf Carnap, The Unity of Science (Londres, 1934), p. 65.

17. Ernst Mach, The Analysis of Sensations, trad. de la primera edición alemana por C.M. Williams (Chicago y Londres, 1914), p. 36. (Versión en español: Mach, E., Análisis de las sensaciones, Alta Fulla, Barcelona, 1987).

18. Mach, op.cit., p. 344.

19. Carnap, The Unity of Science, p. 64 y ss.

20. Carnap, op.cit. p. 66.

21. Carnap, op.cit. p. 97.

22 Leibniz, Hauptschriften zur Grudlegung der Philosophie, ed. por Ernst Cassirer (Leipzig, 1904-1906), II, p. 299.

23. Bertrand Russell, Philosophy (New York, 1927), p.223 y ss.

24. Hans Hahn, "Logik, Mathematik und Naturerkennen", Einsheitswissenschaft, Otto Neurath et al. (eds), Heft 2(Viena, 1933), p.9.

25. Le Gutenberg, Organe de la Federation Suisse des Typographes, 28 de agosto, 1936.

26. Otto Neurath, Empirische Sociologie, p. 105.

27. Neurath, op. cit.p. 67.

28. Neurath, op. cit.p. 68.

29 Neurath, op. cit.p. 106

30. Neurath, op. cit.p. 131.

31. Hume, op.cit. p. 268 y ss.

32. Hegel, "Verhältnis des Skeptizimuz zur Philosophie," Sämtliche Werke, I (Jubiläumsausgabe; Suttgart, 1927), p. 253. (Versión en español: Hegel, F. Relación del escepticismo con la filosofía, Biblioteca Nueva, Madrid, 2006).

33. Ernst Cassirer, Philosophie der symbolischen Formen (Berlin, 1923) I, 233.(Versión en español: Cassirer, E., Filosofía de las formas simbólicas, I y II, FCE España, 2013).

34. Cassirer, op.cit. I, p. 232.

35. Russell, Philosophy, p. 119.

36. El espíritu de las cuestiones de hecho empíricas ha penetrado en la lengua francesa. A fin de hacer justicia a Ballungen, el traductor tuvo que enriquecer su lengua materna con la palabra "grégats" Cf. Neurath "L' Éncyciolopedie", p. 190.

37. El relativismo, en el sentido de una indiferencia por parte de la ciencia hacia valores y fines, está hoy representada como la característica general de una visión liberal. Esta es una concepción equivocada. La "tolerancia" del Iluminismo no era ciertamente neutral. Significaba ponerse del lado de la burguesía en contra del feudalismo, del deismo en contra de la Iglesia, de la demanda de que a los convictos se les debe dar un trabajo útil contra la práctica de torturarlos, etc. El relativismo moderno es realmente la capitulación ideológica del liberalismo a los nuevos sistemas autocráticos. Es la admisión de su propia impotencia, la transición a una filosofía autoritaria, la cual aquí tanto como en otras direcciones constituye la consecuencia natural del relativismo: el "Super-Relativismo". "Reconocemos las exigencias del relativismo", declara Neurath ("L'Ëncyclopedie", p. 189). Con una simplicidad conciliadora, los positivistas mezclan el relativismo con la democracia y el pacifismo, afirmando que estas tienen "una afinidad natural con las suposiciones básicas del relativismo" (H. Kelsen, "Wissenschaft un Demokratie", un artículo en el Neue Züricher Zeitung, N°321, 23 de febrero 1937). Mussolini ha comprendido la situación con mayor perspicacia. Siempre se ha enorgullecido de haber mantenido una actitud relativista en contraste con el socialismo y otras doctrinas políticas. Su movimiento nunca tuvo un programa sencillo. Según lo exigía la situación, se llamó aristocrático o democrático, revolucionario o reaccionario, proletario o anti-proletario, pacifista o anti-pacifista. Esto, de acuerdo con Mussolini, lleva el reclamo de "provenir directamente de la tendencia más moderna de la mentalidad europea", es decir, de la tendencia relativista de la filosofía. "De la circunstancia de que una ideología es tan buena como la que sigue, o sea, de que todas son meras ficciones, el relativista moderno infiere que todo el mundo tiene derecho a crear su propia ideología y a conseguir lo más que puede de ella con toda la energía a su disposición". (Mussolini, "Relativismo e fascismo", Diuturna, Milán, 1924, pp. 374-377). El relativismo, que no tiene justificación filosófica, es un elemento de una dinámica social que se dirige hacia formas autoritarias. La indiferencia a la idea en teoría es la precursora del cinismo en la vida práctica.

38. Cf. Friedrich Engels, "Dialektik und Nature", Marx-Engels Archiv, II(1927), 207-216.(Versión en español: Engels, F. Dialéctica de la Naturaleza, Akal, Madrid, 2017); Horkheimer, M. "Materialism and Metaphysics", pp.10-46 de este volumen (N.T.: se refiere a Max Horkheimer, Critical Theory, Selected Essays,W. Ross MacDonald School Resource Services Library, 2012. Versión en español: Teoría Tradicional y Teoría Crítica, Paidós, Barcelona, 2000. La versión en español no incluye la traducción del presente trabajo)

39. Bertrand Russell, Our Knowledge of the External World (Chicago y Londres, 1929), p. 40.

40.Russell, op.cit. p. 45 y ss. (Versión en español: Russell, B.,Sobre nuestro conocimiento del mundo exterior, Ediciones Fabril, Buenos Aires,1964).

41. Carnap, "Die alte un die neue Logik", p. 26.

42. Cf. Rudolf Carnap, Abriss der Logistik (Viena, 1929), p. 3 y sig.

43. Cf. Max Horkheimer, "Zum Problem der Wahrheit", Kritische Theorie, I (Frankfurt, 1968) p. 265 y ss.

44. Hahn, "Logik, Mathematik und Naturerkennen", p. 9.

45. Russell, Our Knowledge of the External World, pp. 40-41.

46. Russell, op.cit. Pp 48-49.

47. Carnap, "Die alte und die neue Logik", p. 13.

48. Heinrich Scholz, "Die es klassische deutsche Philosophie und die neue Logik", Actes du Congres Internationale de Philosophie Scientifique, Parte VIII (Paris, 1936), 2.

49. Moritz Schlick, "Philosophie und Naturwissenschaft", Erkentniss, IV(1938), 381.

50. Cf. Bertrand Russell, Philosophy, pp. 250-253.

51. Carnap, op.cit. p. 13.

52. Ibid.

53. Karl Marx, "Zur Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie", Aus dem literatischen Nachlass vos Karl Marx und Friederich Engels, ed. por F. Mehring (Stuttgart, 1920), I, 390.(Versión en español: Marx, K. Sobre la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, El Signo, Buenos Aires, 2005).

54. El carácter solipsista del empirismo moderno no ha sido discutido en este estudio. Sin embargo, ha sido el sujeto de un ataque repetido desde los primeros años de este siglo. Desde la publicación de las más tempranas polémicas contra el empirio-criticismo, nada ha cambiado en la doctrina y el método positivistas excepto que ejerce un cuidado mayor en sus formulaciones. Ahora pretende no negar la conciencia y los estados físicos, sino solamente sostener que todos los conceptos psicológicos pueden rastrearse a los físicos lo que, por supuesto, lleva a lo mismo. Los empiristas lógicos son aparentemente incapaces de ver que a veces son los estados internos los que son significativos más que los efectos exteriores. Afirman que no hay diferencia en el, se le atribuya al hombre conciencia o no. Carnap ridiculiza como tontería metafísica el enunciado de Empédocles de que la atracción o la repulsión de la materia deben ser comprendidos como amor y odio ("Lógica" Factores que determinan la conducta humana, Harvard Tercentenary Publications [Cambridge, Mass.], 1937, p.110). Opina que este enunciado no significa nada. Lo que vale para la materia, vale también para el hombre. En el caso del cuerpo, también, se dice que no tiene sentido concebir que se mueve por amor u odio, por placer o dolor. De acuerdo a la terminología propia de la escuela, tal veredicto lógico no surge del solipsismo o el nihilismo sino de una prescripción metodológica: la pretensión de que el hombre tiene una conciencia no es falsa sino que carece de significado. El nihilismo está, sin embargo, presente en sus aseveraciones de que no solo sos nada sino de que no soy nada. Esta filosofía corresponde bastante precisamente al sentimiento característico de los seguidores de un líder autoritario.

55. Hans Reichenbach, "Die philosophische Bedeutung der modernen Physik", Erkentniss, I (1930/31) pp. 70-71.

56. Reichenbach, op.cit. p. 71.

57. Friederich Adler, Ernst Machs, Überwindung des mechanischen Materialismus (Viena, 1918). p. 88.

58. Cf. Hegel, Phenomenology of the Mind, trad. de J.B. Baillai (Londres, 1910), I.(Versión en español: Hegel, F., Fenomenología del Espíritu, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2000).







1 * N.T.: No es posible traducir el juego de palabras de “cold”, las negritas son nuestras para mostrar la relación entre ellas.